TODOS los partidos han condenado las pintadas en la casa de Ignacio Romaní, concejal del PP en Cádiz. Sin embargo, no estamos ante una golfada de especial gravedad, sino ante un episodio más de lo que ocurre en Cádiz de vez en cuando. No es el primer político, ni el primer militante, ni siquiera el primer periodista, ni cualquiera al que insultan o amenazan algunos asilvestrados que  no comparten sus ideas. El problema no está en la pintura, sino en el cerebro del pintor. Y en la hipocresía que circula por esta ciudad, donde se habla mucho de liberalismo y se practica poco. Pues ser liberal, en primer lugar, obliga a respetar a los demás, empezando por quienes piensan diferente.

En Cádiz, cono en cualquier lugar, puedes ser de izquierda, de derecha, de centro, o de nada. Y todas las creencias o ideologías son respetables. Por supuesto, se puede criticar o disentir. Pero se puede hacer sin humillar a nadie y desde el respeto a los demás, aunque estén en las antípodas de tu pensamiento. A veces se ignora, o se olvida.

¿De quién es la culpa? En los tiempos del plomo en Euskadi, unos señalaban y otros ejecutaban. Aquí no se llega a eso, claro, pero existe una kale borroka esporádica de pintadas, cartas anónimas, insultos en Internet y las redes sociales, o escupitajos puros y duros. Tirando del hilo se llegaría a la cometa, porque aquí se conoce casi todo el mundo. A veces no se denuncia, otras llegan a los juzgados, y entonces también se retrata la gente, porque algunos apoyan a individuos impresentables que utilizan el insulto o las amenazas como argumento.

En vez de lamentar, sería bueno que todos reflexionaran. En otros tiempos, esas actitudes y comportamientos hostiles eran patrimonio casi exclusivo de la extrema derecha. Pero, con los años, parece que han ido girando hacia el otro extremo. Para más dificultad, con el inconveniente de que a un facha no se le disculpa ni media, pero a un revolucionario de pacotilla se le consiente demasiado, o al menos se le valora como que se ha pasado un poco. Cuestión sobre la que se debería obrar en consecuencia.

Nadie puede acusar en modo genérico, ni extender culpas a quien no las tiene. Si alguien tira un lapo a Teófila Martínez y los concejales del PP a la salida del pleno de toma de posesión del alcalde, la culpa no es de Kichi, aunque eran sus partidarios quienes lo celebraban. Sabemos que él es tolerante y mantiene esos conceptos claros. Pero es responsabilidad de todos que la tolerancia esté arraigada en Cádiz. Es la diferencia entre ser la cuna o la tumba de la libertad.

José Joaquín León