ESTE país, todavía llamado España (el alcalde de Oporto, Rui Moreira, sueña con formar Iberolux, integrándolo con Portugal) necesita siempre un malo oficial en el poder. Una de las debilidades de Mariano Rajoy fue que el malo siempre era él mismo, con lo que terminó victimizado en una moción de censura. Por el contrario, como ya ocurría con Felipe González, el actual presidente, Pedro Sánchez, ha conseguido que el malo siempre sea otro. Hasta la semana pasada, el malo era José Luis Ábalos, que rindió pleitesías en el aeropuerto de Barajas a la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, para hablar de no se sabe qué. Pero desde el encuentro presidencial España-Cataluña, el malo es Iván Redondo que rindió pleitesías a Quim Torra, con una reverencia como si fuera un súbdito de Su Majestad.

Iván Redondo está empeñado en redondear este país. Y tiene lo principal para ser el malo de la película: es un traidor y celebra los goles a su anterior equipo. Decía Francisco Umbral que la historia de España se ha escrito a base de traidores. Esta es una palabra con efectos mágicos. Iván Redondo era del PP. Fue el artífice de que García Albiol ganara la Alcaldía de Badalona. Después fue jefe de gabinete con José Antonio Monago en la Junta de Extremadura, en el único gobierno del PP en esa región, tan propicia al PSOE. Pero después, en 2017, se pasó al enemigo, para ayudar en las primarias a Pedro Sánchez. Y ahí empezó todo.

Esta es la historia de un muchacho nacido en Donostia, que estudió en la Universidad de Deusto con los jesuitas, ampliando estudios en la George Washington y en la Complutense. Lo tenía todo para ser el sucesor de Pedro Arriola (todavía algunos lo llaman el marido de Celia Villalobos) en el PP. Pero los populares (que en 2017 estaban desquiciados, y con Mari Loli y Sorayita a navajazos políticos) no supieron retener al aprendiz de Maquiavelo. Y pasó lo mismo que cuando Figo se fue del Barça al Real Madrid, o Luis Enrique del Real Madrid al Barça. El traidor que siempre necesitamos.

Desde que cambió de bando, en 2017, han sucedido fenómenos extraños. Entre ellos, la moción contra Rajoy, el contubernio con Podemos y los independentistas, el éxito del fantasma de Vox (los indignados de la derecha extrema) y el numerito de Cataluña, con la mesa de negociación, la reverencia a Torra y lo que está por venir.

Es la consecuencia de una política sin ideología y sin principios, vendida al marketing de los resultados, para utilizar el poder. Lo único que interesa.

José Joaquín León