VAMOS a suponer que un diputado español conservador (esto, es del PP) va y dice que Mariano Rajoy estaría dispuesto a emprender una guerra para reconquistar Gibraltar. ¿Qué dirían nuestros políticos? Pues lo mismo que ahora se han callado cuando Michael Howard, un ex líder tory del Partido Conservador, ha dicho que Theresa May estaría dispuesta “a una guerra como la de las Malvinas” por Gibraltar. A esto es a lo que yo he llamado el síndrome de Gibraltar. Nuestros políticos (sobre todo los considerados progresistas) se ponen del lado contrario, le hacen el juego a Picardo y a los otros, y se confunden. ¿Saben por qué? Porque todavía no han entendido que la situación es justamente la contraria de antes.

Es sabido que ya no estamos en los tiempos de Franco, pero en Gibraltar siguen comportándose con el mismo nivel de agresividad para hacerse notar. Antes resultaba que España era una dictadura y que el Reino Unido de la Gran Bretaña, a cuya soberanía pertenece esta colonia, formaba parte de la Unión Europea. Ahora sucede que España tiene una monarquía parlamentaria, como el Reino Unido, pero que ellos ya no están en la Unión Europea y España sí. En consecuencia, la Unión Europea debe apoyar a sus miembros que se quedan, frente a los que se van. Es una de las consecuencias del Brexit. Ahora los buenos de la película ya no son los otros.

En consecuencia, es lógico y exigible que en las negociaciones para el Brexit se tengan en cuenta esos condicionantes. España debe tener capacidad de veto para evitar lo que no le interese. El nuevo ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, nació en Jerez, cuenta con experiencia diplomática europea, incluidas las relaciones con los británicos, y parece de sosegado talante. No es tan impulsivo como García Margallo.

En esto, ahora los impulsivos también son ellos. Del tipo de Fabián Picardo, que dice que España se comporta como “un matón”, cuando ocurre al revés. O del tipo del tory Michael Howard, al que sólo le falta que le regalen un tambor y se vaya con los monos a defender Gibraltar contra un enemigo que no existe. Nadie ha hablado de enviar a la legión.

Pero tampoco seamos tontos. En esta negociación que comienza hay que tener en cuenta que las relaciones con Gibraltar se deben mantener sin complejos, desde la buena vecindad. Y sabiendo que ya no es como antes, ya no vive Franco, ni estamos en los tiempos de la II Guerra Mundial, cuando Gibraltar iba con el lado bueno.

José Joaquín León