EN los últimos días se aprecia una creciente presión para llegar a pactos. Pedro Sánchez lo repite. Pablo Casado cree que es una trampa. Aunque ha entendido que, si se niega, el PP quedará como el partido insolidario que le dio prioridad a sus intereses sobre los de España. Al final, la culpa del coronavirus y su ruina sería de él, de Rajoy y de Aznar. Por eso, no deben utilizar la comisión parlamentaria para otros fines. Una comisión de investigación la debería pedir más adelante, con más perspectiva. Ahora le toca negociar, presentar y defender propuestas. Porque si se arruina aún más el país, será para todos. Y ayudaría que Sánchez ponga los pies en el suelo. Podrían pactar muchas pamplinas, aunque las apoyen todos. Es decir, no se equivoquen.

El veterano economista Ramón Tamames fue uno de los participantes en los pactos de la Moncloa. Era militante del PCE en aquellos tiempos. En una interesante entrevista que le hizo Francisco Ramón, en el programa El Mirador de Andalucía, de Canal Sur Radio, con esa capacidad de síntesis que tiene Tamames, se refirió a criterios básicos a la hora de pactar. Tres puntos que comparto y que son necesarios.

Primero: Incentivar la vuelta al trabajo. Eso obliga a dar prioridad al empleo sobre el paro. España no necesita a millones de parados cobrando subsidios, gracias a las limosnas que les concede el Estado. Por el contrario, España necesita a millones de trabajadores y autónomos, que coticen a la Seguridad Social y que aporten al sistema. Para ello, hay que ayudar a las empresas y autónomos a recuperar la normalidad.

Segundo: Colaboración entre lo público y lo privado. Vivimos en Europa occidental, no en la URSS ni en Cuba. Hasta en China lo entendieron. En este tiempo y este lugar, no se puede decir que todo está al servicio de lo público, como se le escapó a Pablo Iglesias, provocando una fuga de capitales a Suiza y Luxemburgo de los malos patriotas. Por el contrario, las empresas privadas son imprescindibles en España. No se puede jugar a debilitarlas para que desaparezcan, sino reconstruir el sistema.

Tercero: No crear más problemas de los que ya existen. Este Gobierno tiene un problema para cada solución, en vez de al revés. No es factible aprobar medidas nuevas, como el ingreso mínimo vital, que alcanzaría a tres millones de personas, hasta definirlo bien y asumir las consecuencias.

En resumen, España se ha arruinado, y todo lo que estamos viendo tiende a agravarla. Una generación de políticos se juega su lugar en la historia, mientras los españoles miran con miedo hacia el futuro.

José Joaquín León