EN el debate sobre la financiación autonómica hay un evidente enfrentamiento. Es una lucha entre las comunidades como Andalucía, que defienden un criterio basado en el número de habitantes, y las de la llamada España vaciada, que piden un ajuste basado en otros aspectos, como la extensión, el envejecimiento y la migración, para no hundirse más. Contentar a todos será difícil, por lo que quizás el Gobierno optará por perjudicar a todos. Sin embargo, más allá del conflicto, queda la realidad de un país que se está reseteando y cambia casi sin querer. Y que ya no está sólo condicionado por los independentistas de Cataluña y el País Vasco.

La reunión del G-8 de la España vaciada ha sido ninguneada. En el telediario oficial de los señores de Sánchez y Díaz (don Pedro y doña Yolanda) abrieron con los disturbios del conflicto del Metal en Cádiz, y la noticia del G-8 vaciado apareció arrebujada en el montón, precisamente antes de hablar del juicio del caso Gürtel. En la convocatoria del G-8, liderada por Feijóo, había dos presidentes del PP, pero también cinco del PSOE (entre ellos García-Page. Lambán y Fernández Varas, la flor y nata de las baronías), además del revillista Revilla, que esta vez no ponía las anchoas, sino la guinda para el reparto del pastel. Es decir, era representativo de la mitad de las autonomías.

El nuevo mapa de España está condicionado por Madrid, como siempre, pero también por el mar. En los tiempos de Franco, el país se dividía en Madrid y sus provincias. Para que no protestaran, otorgaron prebendas económicas a Cataluña y el País Vasco, a donde iban a trabajar los emigrantes de las provincias. Hoy en día, sólo Vox defiende un modelo centralista del Estado, que era discriminatorio para las periferias y benefició a Madrid. Hoy en día, Madrid va bien, aunque continúa vaciando el entorno: las dos Castillas, Extremadura, Aragón, La Rioja… De todas las autonomías que se reunieron en Santiago, sólo Galicia y Cantabria tienen salida al mar, y buen pescado y marisco, pero poco turismo de playa y sol.

Por el contrario, no asistieron Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana, ni las islas Canarias y Baleares. Es decir, la España marinera y playera, que vive mayormente del turismo. Tampoco asistieron Cataluña, ni el País Vasco, ni Navarra, que se está euskaldunizando cada vez más. Ni, por supuesto, Madrid, que va a su aire de gran capital.

La España del siglo XXI depende de los políticos, pero influye más la economía: dónde va el dinero, va Vicente y va la gente.

José Joaquín León