EN las últimas semanas se está viendo un curioso fenómeno parlamentario. Hemos pasado del bloque de Frankenstein a la mayoría sin mayorías. Consiste en que el Gobierno de Pedro Sánchez gana las votaciones para llevar adelante sus proyectos, pero unas veces se apoya en Frankenstein y otras en los que despotrican contra Frankenstein. Sus socios de Gobierno de Unidas Podemos ya casi nunca le apoyan. Disienten en público y en privado. Intentan colar una ampliación del aborto a las menores por cuenta propia, mientras distraen con las reglas dolorosas. O votan contra el nuevo gaseoducto para llevar gas desde España a Francia, demostrando una vez más que son rusófilos y putinófilos (aunque lo disimulen), con tal de fastidiar a la OTAN, a la que se quieren incorporar a Finlandia y Suecia.

Son Finlandia y Suecia dos de los principales ejemplos de la socialdemocracia europea, el bienestar social, el avance ecológico, los derechos de la mujer, el pacifismo y todo lo que caracterizaba al progresismo. Un espejo en el que mirarse los socialistas del sur. Pues bien, esos finlandeses y suecos, donde gobiernan los socialdemócratas, ahora dicen “OTAN sí”. Y se quedan con el paso cambiado esos falsos progresistas trasnochados y carcas de aquí. Por ejemplo, Ione Belarra, Irene Montero y Alberto Garzón, que votaron contra el gasoducto para suministrar más gas a Francia desde España, en vez de comprarlo a Rusia.

Esta semana el PSOE ha llevado adelante el gasoducto gracias a los votos del PP y Ciudadanos, aunque también los apoyó ERC porque pasará por Cataluña. Esta semana la tramitación de la ley de seguridad nacional salió adelante gracias a que la apoyaron el PSOE, el PP, Ciudadanos y Vox. Lo mismo pasó días atrás con la comisión de investigación de los espías, que no se aprobó gracias a los votos del PP, Ciudadanos y Vox, que se unieron al PSOE.

Faltan cinco semanas para votar en Andalucía y vemos que las mayorías fuertes vuelven a ser necesarias. Un PP fuerte y un PSOE fuerte alcanzaban mayorías absolutas en otros tiempos. La división y la fragmentación del voto han creado una anarquía parlamentaria, que no es garantía de más pluralidad, sino de improvisaciones constantes e ineficacia para gobernar. Todo eso hay que tenerlo en cuenta a la hora de votar, para no lamentar después las consecuencias. Y para no depender de líneas rojas, ni de socios que complican el problema, en vez de ayudar a la solución.

José Joaquín León