LOS republicanos han emprendido una campaña feroz contra la monarquía española, aprovechando el regreso del rey emérito Juan Carlos, en visita privada y familiar. En nuestra democracia, nadie debe vivir en el exilio, y menos sin estar condenado, aunque su forma de proceder personal haya ensombrecido su gestión modélica como rey. No es novedoso que una parte de los ministros de Sánchez (los del sector podemita) se comporten con deslealtad institucional. Pero ha sorprendido que ministros del PSOE digan que Don Juan Carlos debe pedir perdón. ¿Perdón? Ya no es el rey. ¿Pedro Sánchez ha pedido perdón por sus errores de funestas consecuencias? Sin embargo, es curioso que la campaña no ha erosionado el prestigio del principal bastión con el que cuenta la monarquía española: Doña Sofía, la reina emérita. Contra ella no se atreven. Y lo que hacen es ignorarla.

El rey Juan Carlos fue uno de los artífices imprescindibles para la transición desde el franquismo a la democracia. Era un personaje ejemplar para la historia de la España contemporánea. Su prestigio no se ha enturbiado por lo político, sino por lo personal. Y no tanto por intermediaciones de lobby, a lo Gerard Piqué, como por los errores cometidos con Corinna y sus amistades femeninas. Sobre las relaciones peligrosas, ya escribió Pierre Choderlos de Laclos en el siglo XVIII. Don Juan Carlos se ha desprestigiado por administrar francamente mal sus aventuras y sus cuentas. Y ahora se silencia que fue un rey que supo reinar, y que bajo su reinado pasamos del franquismo en 1976 al socialismo en 1982, y que intentó ser el rey de todos los españoles.

Felipe VI aspira a la ejemplaridad. Eso es loable. No obstante, inquietan algunas actitudes de tibieza pata no señalarse. Por ejemplo, en la ruptura de costumbres y en los asuntos religiosos. Sus actividades de la última Semana Santa fueron más propias de un funcionario que de un monarca. No es un ciudadano más para descansar. Y no debió romper la costumbre familiar de la misa de Resurrección en Palma, aunque a la reina Letizia le provoque malos recuerdos. Se podrían fijar en otras casas reales europeas, que mantienen sus ritos.

Ayer Felipe VI presidió el desfile de las Fuerzas Armadas. Ser el rey de todos los españoles (incluidos los catalanes) debe ser su objetivo. Y hacer lo que debe hacer. Tiene el ejemplo de Doña Sofía. Su dignidad es un tesoro moral, infrecuente en la España revanchista y cruel de nuestros días.

José Joaquín León