CUANDO llegó a la presidencia de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno dedicó su primera visita a Manuel Clavero Arévalo. Con ese gesto simbólico lo reconoció y homenajeó como el padre del andalucismo de centro y moderado. Clavero fue el mentor político de Javier Arenas, que a su vez ha sido el mentor político de Juanma Moreno. Por esa línea ha llegado al PP el orgullo de ser andaluz. Javier Arenas estuvo a punto de conseguir un éxito histórico en 2012, pero se quedó a las puertas. Por eso, el triunfo de Juanma Moreno no es sólo suyo, es el triunfo del centrismo periférico. El PP se ha quitado la caspa y ha dejado claro un mensaje: el orgullo de ser andaluz, que es complementario de sentirse español.

En la noche feliz de Juanma en Sevilla, ante la sede del PP en la calle San Fernando, había muchas banderas andaluzas, incluso más que españolas. Juanma Moreno terminó su intervención con una bandera andaluza, que no es la de los moriscos, sino la de Blas Infante, la del 28-F, la de los andaluces que dicen “basta y hasta aquí hemos llegado” cuando los insultan y humillan. Por eso, la mayoría absoluta supone una gran responsabilidad para Juanma Moreno: gobernar para todos los andaluces, para que vivan mejor y para que su tierra no sea el cuarto de baño de España, para que avance en otras dinámicas y que sea una referencia, porque es la comunidad autónoma con más población y no se nota.

La victoria de Juanma Moreno ha sido agrandada por los terribles errores de sus rivales, sobre todo el PSOE y Vox. El orgullo de ser andaluz, esta vez, se ha expresado con el rechazo a quienes veían Andalucía como una sucursal de la casa central de Madrid. Juan Espadas hizo una campaña absurda, en la que parecía el delegado del Gobierno, en vez de candidato a presidente de la Junta. Todo el tiempo defendiendo al Gobierno de Pedro Sánchez. Todo el tiempo asustando con el lobo feroz de Vox. Todo el tiempo esperando a Godot, a unos votantes de izquierda que nunca llegaron, quizá porque no existían. Y, para colmo, con el estrambote final de Adriana Lastra, que insultó a los andaluces en la noche electoral, sin tener la elegancia de saber perder. ¿Qué queda del PSOE de Felipe, de Alfonso Guerra, de Rafael Escuredo, de Pepote Rodríguez de la Borbolla, incluso de Manolo Chaves? No han entendido nada y así les fue.

Tampoco se puede venir a Andalucía con chulería madrileña. Ya pasó el 28-F y le ha vuelto a pasar a Vox. Si vienes con amenazas, y chuleando “Juanma, vas a ser mi vicepresidente”, no te comes un pimiento, muchacha. El Macarenazo ha sido un costalazo. Olona se retrató en los debates, donde le hizo la campaña gratis a Juanma Moreno, en colaboración con Juan Espadas. Vox envía a una emigrante de Madrid, censada de urgencia, para despotricar contra los pobres emigrantes que llegan en patera a las costas. Vox dice que no cree en la autonomía, pero quiere gobernar a los andaluces desde la sucursal de Sevilla. Vox llega con un discurso que genera rechazo, porque es patético, y después se extrañan del resultado.

La izquierda unida podemita de Por Andalucía también se ha lucido, y tampoco Inma Nieto hizo autocrítica. ¿De qué se quejan? No supieron ni presentar la candidatura.

Nadie ha sabido perder y eso explica por qué han perdido. Y por qué ha ganado Juanma Moreno: el único que trató a los andaluces como personas adultas y no como tontos. Por eso, recuperó el orgullo del andaluz.

José Joaquín León