ESTE verano se ha hablado y escrito mucho de las olas de calor. Y de las medidas propuestas por Pedro Sánchez y su Gobierno, como subir la temperatura del aire acondicionado en bares y comercios y prescindir de la corbata. También se han publicado estudios que cifran en más de 4.600 los muertos en España por complicaciones del calor. Ese interés por las devastadoras consecuencias del calor obligaría a reconsiderar la fama de vagos que han colgado a los andaluces. Aumentada desde que Ortega y Gasset publicó el artículo El ideal vegetativo, incluido en su Teoría de Andalucía. La supuesta vagancia andaluza generalmente no se ha vinculado al clima.

La Teoría de Andalucía de Ortega incluyó comentarios negativos, pero dice una gran verdad: la cultura andaluza fue hegemónica en España. Ese dominio decae en el siglo XX, cuando adquieren protagonismo los catalanes, vascos, y norteños en general, con sus nacionalismos y la presión política. Andalucía perdió el poder que ejerció en siglos anteriores con el comercio de América, una influencia que se había prolongado hasta las Cortes de Cádiz y otros acontecimientos políticos del siglo XIX.

Ortega se pierde en aspectos más discutibles. Por ejemplo: “Vive el andaluz en una tierra grasa, tan ubérrima, que con un mínimo esfuerzo da espléndidos frutos. Pero, además, el clima es tan suave que el hombre necesita muy pocos de esos frutos”. ¡Bueno, bueno! Tan suave no era el clima andaluz, ni en los siglos pasados. Al revés. Acierta más cuando afirma que “todo andaluz tiene la maravillosa idea de que ser andaluz es una suerte loca con la que ha sido favorecido”. Por eso, repele que vengan a chulear desde Madrid, o insultar desde cualquier nacionalidad.

La teoría orteguiana, a pesar de que encuentra a los andaluces muy aferrados a la holgazanería, contiene un fondo positivo: “Andalucía, que no ha mostrado nunca pujos ni petulancias de particularismo, que no ha pretendido nunca ser un Estado aparte, es, de todas las regiones españolas, la que posee una cultura más radicalmente suya”. Esa cultura no es sólo folklórica ni castiza, sino que incluye a pintores como Velázquez, Murillo o Picasso y poetas como Góngora, Bécquer o Lorca.

Al principio de la autonomía, se consideró la cultura andaluza como un pilar esencial de nuestra identidad. Hoy sorprende que la Junta haya subordinado nuestra cultura al turismo y el deporte.

José Joaquín León