ESTA semana ha ocurrido algo infrecuente en la política española: un pacto entre el PSOE y el PP para reformar la Ley del sí es sí. Un pacto con disimulo, y con el presidente Sánchez haciendo mutis para viajar a Doñana, un coto al que su partido ha maltratado. El pacto de PSOE y PP era imprescindible, ante la cerrazón de Unidas Podemos y el empecinamiento en evitarlo de Irene Montero y el sector podemita para no reconocer su fracaso. Según fuentes próximas al PSOE, Tezanos les habría alertado: los sondeos del CIS revelaban la pérdida de 621.000 votantes y un 10% del voto femenino por las consecuencias de esa Ley del sí es sí para el PSOE. Hasta 978 agresores sexuales se han beneficiado de las reducciones de condenas y 104 han quedado en libertad. Aunque no tenga efectos retroactivos, modificar la normativa legal era urgente y el PSOE se encontró en un callejón sin salida.

Para el PP de Feijóo se abría la posibilidad de ayudar como un partido de Estado, que va más allá de sus intereses electorales. Y demostrar que Pedro Sánchez no llega a otros acuerdos por su dependencia del extremismo de izquierda y de los independentistas, que le ponen continuas líneas rojas y le condicionan con su populismo. Este pacto, en teoría, no beneficia ni al PSOE ni al PP, para sus intereses a corto plazo, pero sí que era positivo para el bien común, en un asunto que ha causado gran alarma.

El acuerdo no significa que PSOE y PP vayan a cambiar sus rumbos en los próximos meses. Pero las estrategias pueden quedar alteradas por las elecciones municipales y autonómicas. Pongamos dos ejemplos para el PSOE: no es lo mismo si Emiliano García-Page sigue gobernando en Castilla la Mancha y Javier Lambán en Aragón que si pierden ese poder autonómico. Tampoco es igual si Antonio Muñoz gana la Alcaldía de Sevilla o la pierde. Según lo que ocurra, repercutirá a favor o en contra de Sánchez

Y lo mismo ocurre para Feijóo en el PP. Ahí la clave estará en la capacidad para aglutinar el voto útil del centro derecha, como consiguió Juanma Moreno en Andalucía, o depender demasiado de Vox para formar los gobiernos autonómicos y municipales. Según lo que suceda, para el futuro del PP favorecerá más o menos moderación, más o menos centralidad.

Para el futuro de España, y para algunos acuerdos de Estado que son necesarios, influirá la fuerza o la debilidad del PSOE y del PP, el presidente del Gobierno y su dependencia mayor o menor de los extremos.

José Joaquín León