PARA entender el bloqueo al que ha llegado España, lo primero es conocer las reglas del juego. Pedro Sánchez es un animal político, que juega canchero, como dicen los argentinos. Estaba predestinado a perder las elecciones del 23-J por su mala gestión, pero se salvó a tiempo con una estrategia simple: consiguió que el partido antipático no estuviera en la izquierda, sino en la derecha. Ocultó a Podemos y puso el foco en Vox. A partir de ahí, Vox se pasó de torpezas. Vox hizo lo contrario que interesaba para derrotar al sanchismo. Abascal y Buxadé hicieron una campaña como si vinieran de galopar con el Cid Campeador. Y Sánchez sólo hablaba de Vox.

En la política española hay dos partidos antipáticos, que son Podemos y Vox. Uno de extrema izquierda y otro de extrema derecha. Cabrean a la mayoría de los españoles. Surgieron aupados por los indignados de sus respectivos extremos. Atraían a los que votan para fastidiar. Pero han ido a menos. Cuando se trata de votar con pragmatismo y utilidad son un estorbo.

Hay un antecedente a no olvidar. Elecciones del 26 de junio de 2016. Ganó el PP de Rajoy con 137 escaños (los mismos que Feijóo el 23-J). En el bloque del centro derecha, Ciudadanos tuvo 32 escaños (Vox bajó a 33 el 23-J), pero con la diferencia de que Ciudadanos era un partido simpático, con el que se podía pactar sin desgaste.

Por el lado izquierdo, resultó que el PSOE con Pedro Sánchez se quedó en 85 escaños, su peor resultado; y que Podemos con IU y sus satélites regionales, liderados por Pablo Iglesias, llegó a 71 escaños, con el 21,15%. Le faltaron menos de 400.000 votos para dar el sorpasso al PSOE. Consiguió más del doble de escaños que Yolanda Díaz con Sumar. Pedro Sánchez fue derrocado en el PSOE. Rajoy gobernó en minoría, hasta la moción de censura de 2018.

Sánchez aprendió una lección para el futuro: necesitaba dar un abrazo del oso a Pablo Iglesias. Podemos se fue haciendo antipatiquísimo. El partido odiado por más de media España. Y, cuando entró en el Gobierno, ya fue la repera, con sus ministras repelentes. Pedro ayudó a montar el bluf de Sumar para noquear a Podemos. Y se cargó al socio antipático. Faltaba completar la faena por el otro lado. El PP hizo parte del trabajo absorbiendo a Ciudadanos. Convenía para el reparto de escaños. Pero se le quedó Vox, que fue impulsado como socio por la caverna desde Madrid. Pedro Sánchez lo ha aprovechado. El partido antipático cambió de lado. Al pactar, el PP ha pagado caro un inmenso error.

José Joaquín León