A los pocos días de la catástrofe, escribí que Carlos Mazón debía dimitir como presidente de la Generalitat valenciana. Es lo que pensaban (y siguen pensando) la mayoría de los ciudadanos. Ha sido un error mayúsculo que permaneciera en el cargo, con la excusa de que sería el piloto de la reconstrucción. Su decisión perjudica al PP, pero también a él mismo, que va a pasar a la historia como el responsable de 229 muertes. Se le está tratando como si fuera un criminal en serie. Se le está linchando de palabra, como se vio en el funeral, y de obra no lo agredieron porque estaba protegido. Puede que a ningún político español se le haya tratado con tanto odio en los últimos 50 años.

Concurren varias circunstancias que exacerban los ánimos. La primera, por supuesto, fue su pésima gestión de lo que ocurrió aquella tarde. La segunda es que estaba reunido en un restaurante con una periodista por la que pareció demasiado interesado, y eso ha fomentado el morbo para tratarla como si fuera una señorita de compañía. Nadie dice ciertas insinuaciones en público, pero sí en privado. Y la tercera es que Mazón ha sido el culpable perfecto para tapar las culpabilidades de otros, como la entonces vicepresidenta Teresa Ribera, que paró en 2021 las obras de adecuación y drenaje del barranco del Poyo, pese a que estaban presupuestadas; y también el propio Pedro Sánchez, que miró descaradamente a otro lado y no ayudó en las primeras horas.

Así las cosas, estoy de acuerdo con Carlos Herrera, uno de los pocos que ha tenido la valentía de decir que aquella tarde “si Mazón hubiese estado desde el primer momento en el Cecopi, o donde tuviera que estar, hubieran muerto las mismas personas”. Ya que la mayoría de las víctimas sabían que había lluvias torrenciales, pero se vieron sorprendidas por una riada descomunal, de la que no pudieron escapar. Y cientos de ciudadanos no tomaron medidas de precaución, sino que salieron a rescatar sus coches en los garajes, incluso después de recibir el mensaje. Así murieron varias decenas de personas.

Prudencia y autoprotección son esenciales y fallaron. En las catástrofes, el mayor riesgo es estar en el sitio inoportuno, en el peor momento, sin que ello exima de otras responsabilidades.

Mazón debió dimitir. Al no hacerlo, se ha convertido en el chivo expiatorio ideal para ser linchado. Sirve como malo útil. Una vez más se ha visto que el relato del sanchismo, repetido mil veces por los suyos, se impone. Y así las culpas sólo son de los otros.

José Joaquín León