UNA de las consecuencias colaterales del proceso independentista catalán es que ha servido para resituar al PP, el PSOE y Ciudadanos en la política española. “Gracias, Puigdemont”, le podrían decir Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Albert Rivera, si se fijaran sólo en sus conveniencias. Pero no tiene gracia, porque hay demasiado en juego.  Por otra parte, se ha visto en estos días que Pablo Iglesias y Ada Colau, lejos de ser la solución blanca, son una parte sustancial del problema oscuro, y no lo deberíamos olvidar. En el futuro, seguirán comprensivos con los independentistas, porque les interesa cargarse el Estado; o sea, cargarse la España de hoy.

El PP estaba siendo criticado, tanto desde fuera como desde dentro. Con razón. Durante mucho tiempo, Mariano Rajoy dejó hacer hasta la desesperación. Sin embargo, cuando pasó a la acción, cayó en la trampa de la presunta masacre. Esas imágenes eran el sueño de Puigdemont y Junqueras para demostrar al mundo democrático que España no sólo les roba, sino que además les zurra. Así, pues, llegaron días en los que prefirió dejar que se estrellen solos. A la hora de la verdad, Rajoy ha optado por la versión de estadista prudente. Fue criticado por Aznar, lo cual siempre es como un piropo de cara a la progresía. Y alcanzó un pacto razonable con Pedro Sánchez, que incluye los primeros pasos para la reforma de la Constitución. No se ha precipitado.

En  el PSOE estaban dando palos de ciego. En el PSOE pasa lo mismo que en la Segunda República. Entonces había partidarios de Besteiro, Prieto y Largo Caballero. Pedro Sánchez era lo más parecido a Largo Caballero, el del Frente Popular. Gracias a los barones que lo han presionado, gracias a Borrell que se apareció, y gracias a lo que sea, Pedro ha encontrado la luz. Ha dialogado con Rajoy lo justo y necesario. Ha situado al PSOE como un partido español, más allá de la reprobación de Soraya.

Albert Rivera se convirtió en el gran partidario del artículo 155. El más enérgico, claro y contundente. Podemos y los independentistas dicen que es  de extrema derecha, una exageración. Sin embargo, es cierto que a veces Rajoy pareció más céntrico. Entiéndase que Ciudadanos mira adelante y piensa en Cataluña, donde Inés Arrimadas aspira a capitanear las masas que salieron con banderas españolas y senyeras.

En este momento, PP, PSOE y Ciudadanos han compatibilizado sus visiones de España. Son diferentes, pero coinciden en lo esencial. Esperemos que no lo estropeen.

José Joaquín León