La ‘turistificación’ no ha desvirtuado una mañana que sigue siendo muy sevillana l La línea sobria en los exornos de los pasos destaca junto al buen nivel artístico de los altares

LA procesión del Corpus todavía no ha entrado en la turistificación. El público que sale a las calles en esta mañana sigue siendo sevillano, mayoritariamente, a los que se suman cofrades del entorno cercano. Es curioso porque el centro de la ciudad se pone de gala para la ocasión: hay exornos efímeros, suntuosos altares y un gran esfuerzo. Pero, a diferencia de Toledo, parece que el Corpus no ha entrado todavía en los paquetes turísticos de Sevilla. No quiero dar malas ideas. Se debe añadir que nadie habla de ampliar la carrera del Corpus, ya que no se venden todas las sillas. Y en lugares como la Avenida, hay espacio amplio para colocar más filas, si preciso fuere.

 

La mañana era moderadamente fresca. Tiempo más idóneo para ver la procesión del Corpus que para irse a las playas, a pesar de celebrarse un 20 de junio. Había rumores (al parecer infundados) de que algunas hermandades fijarían numerus clausus para sus representaciones. Apenas se notó. Un año más, el récord lo alcanzó la Macarena, que ha superado los 170 hermanos en su representación y se acerca ya a los 200. Es decir, que forman como una procesión propia dentro de la procesión general, rematada por un juego de varas completo.

¿Es una procesión del Corpus o dos? Esto lo pregunto porque hay dos formas de verlo y de entenderlo. Unas hermandades estiman conveniente que sus representaciones no pasen de 30 o de 40 hermanos. Mientras que otras consideran que han fracasado si no superan la centena. Cualquier cofradía de penitencia que no esté al borde de la extinción debe ser capaz de poner a 30 o a 40 hermanos en su representación. Pero parece de sentido común que se fijen unos criterios para todos. Desde hace más de 30 años, se escribe lo mismo al respecto. El público se queja porque la procesión tarda casi tres horas en pasar. Ayer, según las zonas, estuvo en torno a 160 minutos.

Representaciones cortas o representaciones largas. Los primeros pasos, desde Santa Ángela a San Fernando, pasando por Santas Justa y Rufina, San Isidoro y San Leandro, llevan consigo a los hermanos de gloria, penitencia y sacramentales. Delante de la Inmaculada, hay como un oasis, por el que aparece el Consejo de Hermandades y Cofradías. Era el primer Corpus de Francisco Vélez como presidente. Después, con las representaciones basilicales, que van como un mundo aparte, el Gran Poder y sobre todo la Macarena exhiben sus poderes contundentes.

Hay un Corpus de dos velocidades. La masificada del principio y la despejada del final. Demasiado suelta a veces. El clero regular y los frailes son los que son, y van los que van. El arzobispo, Juan José Asenjo, ofició la misa, pero al estar convaleciente  no participó en la procesión, donde fue sustituido por el obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra. Era también el primer Corpus de Juan Espadas tras su reelección como alcalde. En las representaciones municipales, una vez más, estuvieron el PSOE, así como la oposición del PP y Ciudadanos, con sus respectivos portavoces, Beltrán Pérez, y Álvaro Pimentel, que debutaba como edil.

En la parte final de la procesión, hay que destacar un año más la presencia militar. El teniente general Juan Gómez de Salazar, jefe de la Fuerza Terrestre, presidió las representaciones del Ejército. Pero el frenesí llegaba al final, con la compañía de honores, con bandera, que levantaba ovaciones. Un Corpus sin soldados sería inimaginable.

En la carrera del Corpus también hay dos posibilidades: verlo tranquilamente al principio, o verlo en una bulla al final. Cuanto más temprano es mejor. La Avenida volvió a ser la parte de la carrera con menos público, incluso muy poco. Una asistencia que por momentos se va animando, en un crescendo que empieza en la plaza de San Francisco, sigue por Sierpes (que es la calle más frecuentada de la carrera) y llega así por Cerrajería y Cuna (más despejadas) hasta la plaza del Salvador, que es como el Senado del Corpus. A partir de ahí, la parte final es diferente y está repleta de público. Francos es la calle que nos hace retroceder en el tiempo, hacia los Corpus que nunca vimos. Y en los alrededores de la Catedral hay una multitud que no ha madrugado, y que lo hubiera visto con mucha más comodidad tres horas antes.

En la procesión, un año más, destacaron los exornos. Este año ha sido el de los claveles, sobre todo blancos, aunque también rojos para San Fernando y color sangre de toro (como dicen los taurinos) para la Custodia Chica. Cada paso tiene sus códigos que se convierten en tradición. San Leandro es el santo de las margaritas. La Inmaculada es inseparable de sus ramilletes bicónicos. El paso del Niño Jesús tiende a algún arabesco. La Custodia iba perfecta, dentro de esa línea sobria, con los claveles blancos que complementan lo importante, que es el arte de la orfebrería, como homenaje al Santísimo.

A destacar también los altares. El primer premio se lo concedieron al de la Oliva, de Salteras, instalado delante del Círculo Mercantil, en la calle Sierpes. Como es costumbre, la calle Francos estuvo espectacular, con exornos de escaparates y balcones, y con un gran altar instalada por la Hermandad de San Benito. Los comercios tradicionales, como Casa Rodríguez o Velasco, se esmeran siempre. Este año han contado, en una iniciativa acertada, con los grupos jóvenes de casi 30 hermandades, que participaron en los montajes.

El Corpus sigue siendo la Fiesta Grande de Sevilla. Aunque los turistas no lo hayan descubierto del todo. Aunque no sepamos si es uno o dos, porque hay dos formas de verlo, y porque vale por dos, de tan grande como es.

José Joaquín León