Esta madrugada vuelve a ser 14 de abril. Es una fecha histórica. En 1995 se encontraron en la Catedral, cara a cara, las Esperanzas

SUCEDIÓ en la Catedral. Pocos pudieron verlo. Cuando las dos se quedaron frente a frente, cuando se cantaba la Salve más esperanzadora jamás imaginada, resbalaron lágrimas. Nunca más lo verían aquellos privilegiados. Nunca más ha sucedido. Ya han pasado 22 años. Y esta madrugada coincide con otro 14 de abril.

Ocurrió por casualidad, como a veces pasan los milagros. Madrugada amenazando lluvia, inquietante. A las cinco y media empieza a llover. La Virgen de la Concepción ha entrado en San Antonio Abad. El Gran Poder apresura el paso desde la plaza del Museo, cubierto, para guarecerse cuanto antes en San Lorenzo. El Señor de la Sentencia avanza hacia la Anunciación. Pero la Esperanza Macarena se queda en la Catedral.

Detrás va el Calvario, que apresura y cumple estación, pasando ante la Virgen macarena, para regresar cuanto antes. La Esperanza de Triana estaba en la Campana. Los Gitanos bajaba por Laraña.

Cuando escampa, la Esperanza Macarena se queda en la Catedral. Las demás continúan. Poco después de las siete de la mañana, vuelve a llover. Entonces el Señor de las Tres Caídas ya va por el Arco del Postigo, en su regreso hacia Triana. La Esperanza aligera por la Avenida para entrar en la Catedral. Los Gitanos, que ha llegado a la plaza de San Francisco, opta por darse la vuelta.

Dentro de la Catedral, están aguardando el milagro. La Esperanza de Triana va a salir, ha enfilado hacia Palos. La Esperanza de Triana se va a quedar delante de la Esperanza Macarena. Sevilla, que no está dividida, sino representada en dos versiones, se convierte en una sola. Los que vienen de la calle Pureza se encuentran con los de la calle Bécquer. El Arco del Postigo que la aguarda, el Arco de la Macarena que la espera. La emoción de verlas juntas, sabiendo que será una sola vez, una sola vida, un solo cielo.

¿Hay una sola Virgen? Sí, pero hay dos Esperanzas. Es un misterio. Y no es como el de la Santísima Trinidad, porque aquí no hay tres personas distintas, sino dos Esperanzas verdaderas. Avanzan los costaleros de Triana, para que se queden cara a cara. Ya el revuelo es incontenible. Ya los rezos. Ya las lágrimas. Ya se está viendo el milagro. No es sólo contemplar el rostro de la Madre de Dios, es admirar la Esperanza en dos espejos: los ojos de la trianera que reflejan a la Macarena. Los ojos macarenos que se llenan de Triana. Las dos miradas celestiales que se hacen eternas, mar de lágrimas compartidas en las dos orillas.

¿Y qué se dijeron? ¿Cómo hablaba una sola Madre de Dios representada en dos Esperanzas? ¿Qué musitarían esos labios que no se movieron? ¿Qué recuerdos compartían entre ambas? La Sagrada Familia es trianera, pero también macarena. Dios se asoma cada año a la calle Parras, mientras mira al Altozano. Aquel día se encontraron dos Esperanzas, en el espejo de sus lágrimas. Y prometieron que hay una sola verdad, aunque veamos dos esperanzas.

Sucedió en la Catedral, bajo las bóvedas del templo. La luna se lo perdió y se escondió entre las nubes. Adelante va la Virgen hacia Triana. Adelante sigue la Virgen hacia la Macarena. Esa madrugada se ha invertido el orden, sin concordias, ni cabildos. En esa madrugada se hace lo que Dios quiere, porque le da la gana.

Aún se espera que vuelvan a encontrarse. Para entender que la Virgen es una, pero que en la madrugada nuestra Esperanza es doble. Porque así lo quiso Dios. Porque Ella es Reina y Madre, en la Macarena y en Triana.

José Joaquín León