EN 2024 se cumplirán 40 años desde que publiqué por vez primera un artículo de cofradías titulado La Campana. Todavía faltan unos meses para el cumpleaños, porque el primero apareció en noviembre. Como la Cuaresma dura 40 días, la cifra tiene algún simbolismo. Si recuerdo este detalle personal, es como un homenaje al fallecido Antonio Burgos, entonces subdirector de ABC de Sevilla, que fue quien me pidió que escribiera esa columna. Yo no quería, porque prefería pedirme vacaciones en Semana Santa y verla como Dios manda. Pero había aprendido mucho de Burgos, también de cofradías, y era mi jefe, así que no le podía decir que no. La Campana se publicó en ABC durante 15 años. Y después ha seguido durante 25 años en Diario de Sevilla, desde que este periódico empezó a publicarse en 1999.

En aquel primer artículo, reflexionaba sobre la misión de las hermandades y cofradías. Hace 40 años eran las mismas que ahora: fomentar el culto, ayudar a la formación de sus hermanos, practicar obras de caridad y evangelizar al pueblo, sobre todo con lo que los obispos del Sur denominaban “valiosas catequesis plásticas”. Sin embargo, en aquellos años 80, estaban en el centro de las polémicas otros asuntos, como la autonomía de las hermandades, y hasta dónde los directores espirituales y párrocos y el Consejo podían llegar para controlarlas.

En los 40 años transcurridos parecería que las polémicas siguen, pero no es lo mismo. Las diferencias con el Consejo, en general, se han limitado a los horarios e itinerarios. En estos años, se han cuestionado algunos mitos que parecían inamovibles, como el orden de la antigüedad, y el recorrido por el camino más corto. En cuanto a las fraternales discrepancias y retrasos en los días de Semana Santa, siempre han dependido de pequeños detalles, como dicen los entrenadores de fútbol.

Las relaciones con los curas, en general, han mejorado. Por ambas partes. Este es otro conflicto de toda la vida, de siglos y siglos. Pero hoy se trata a las hermandades de otro modo, ya no se habla tanto de la fe del carbonero, porque hay energías renovables. Y porque la sociedad de 2024 no es la de hace 40 años, aunque entonces gobernaba el PSOE en España, Andalucía y Sevilla. En estos tiempos tan crispados, la religiosidad popular no puede ser antieclesial, ni la Iglesia se puede volver de espaldas a esa religiosidad. A la agenda del arzobispo me remito.

Cualquier tiempo pasado no fue peor, ni mejor, sino diferente. En las hermandades y cofradía de hace 40 años había menos hermanos y menos nazarenos, las mujeres ya no eran sólo planchadoras de túnicas y camareras, se estaban formando las cuadrillas de hermanos tras los problemas de costaleros, y había jaleo con los repertorios musicales, que venían de antes, pues ya habían templado gaitas y prohibido Campanilleros en tiempos que hoy se ven con nostalgia.

Las hermandades saben adaptarse a los tiempos sin renunciar a las tradiciones. Eso se aprecia en la informatización de las papeletas de sitio y en otros detalles, pequeños y grandes. Las hermandades han vivido un boom, una eclosión de popularidad, que dificultó los cánones; y, a pesar de los pesares, están más vivas.

José Joaquín León