ANTES de que aterrizara Pedro Sánchez en la Moncloa, estábamos en pleno debate sobre el turismo de lujo y el turismo de chanclas. No lo olvidemos. Sin dudar de los matices, deberíamos entender que es tan real y confuso como la vida misma. Se conocen casos de ricos con chanclas (las hay de Louis Vuitton y de Chanel, entre otras marcas, algunas incluso con pedrería preciosa), por lo que puede ser engañoso. Lo mismo pasa con los vaqueros rotos y agujereados, que antes eran prendas de mendigas y ahora los lleva hasta la reina Letizia cuando sale por Chueca. Y lo más importante es que no sucede sólo con los turistas, sino que también se puede extender a otras tribus urbanas. A los concejales de Sevilla, pongo por caso. Hay ediles de lujo (algunos incluso llegaron a ministros o presidenta de la Junta) y ediles con chanclas, mochilas y camisetas.

Un edil de lujo sólo puede ser del PP, del PSOE o de Ciudadanos. Es un concejal o concejala de la casta. Aunque no tenga un chalé en el Aljarafe hipotecado a 30 años, y viva en un pisito en cualquier polígono, el concejal vestirá chaqué en las solemnidades  (o traje oscuro ellas), figurando con un poco de suerte en la digna representación municipal. De por sí, eso ya es un lujo extraordinario, como se ha visto en el reciente Corpus, fiesta grande de Sevilla; o el 15 de agosto, día de la Virgen de los Reyes, patrona de la Archidiócesis. También el Sábado Santo y en los Santos Oficios del Triduo Sacro, días de luto elegante y banderas a media asta.

Por el contrario, los concejales de Izquierda Unida y de Participa Sevilla, como no se apuntan a las solemnidades, ellos se lo pierden. Un concejal podemita de chaqué se elevaría a la altura de su líder, que siendo ateo se apellida Iglesias. Pues un chaqué siempre sale más barato que un chalé. Pero ya hemos visto que les gusta presumir de pobres de espíritu, y se visten para ciertos plenos municipales como si fueran turistas de chanclas, con las mochilas, las camisetas de mensajitos y alguna pancartita artesana. O bien se encierran en algún banco de la Campana, en vez de presidir los palcos de la plaza de San Francisco para que los vean los de la casta.

Con razón, apuesta el alcalde, Juan Espadas, por el turismo de lujo. Bien que se le nota, pues él es más de chaqué y de corbata que de camiseta. Después se le rebrincan los críticos, pero en las encuestas funciona, si no se lo estropean en Madrid.

José Joaquín León