FUE tan escandaloso el cisma del Palmar de Troya que se ha perdido la dimensión. Allí puede ocurrir lo más extravagante y siniestro sin que cause alarma social. La capacidad de asombro está agotada. Todo se asume desde la resignación de que es una fantasmagoría, que algún día acabará, aunque ahí sigue. El último episodio es morboso, surrealista y rocambolesco: Ginés Jesús Hernández, el ex papa palmariano Gregorio XVIII, está acusado de un intento de robo en la basílica, acompañado de su mujer, la ex monja Nieves Triviño, en el que presuntamente participaron, y que se saldó con una reyerta en la que fueron apuñalados el ex papa y un cura palmariano que lo sorprendió in fraganti.

El suceso se puede tomar en serio y en broma. Parece una película de cine cómico de Santiago Segura, por no hablar de los clásicos. Tiene ingredientes escabrosos, si se recuerda la vida anterior de los implicados. Ginés Jesús Hernández llegó a papa del Palmar y dejó su cargo por amor a una monja. Ambos se salieron de la secta palmariana. Incluso ella llegó a posar (fresca y ligera de equipaje) en la portada de Interviú. Una exageración de las que cometía esa revista, que por culpa de lo políticamente correcto se fue al garete, a pesar de que no sólo aparecían mujeres de encantos visibles, sino también reportajes de investigación y buenas columnas de articulistas como Camilo José Cela o Francisco Umbral, que eran grandes prosistas.

El Palmar de Troya era una cosa de otros tiempos, que tuvo su apogeo con Clemente Domínguez, proclamado papa  Gregorio XVII. Ahí empezó todo, desde su historia personal de picaresca y tragedia, a los exhibicionismos por el barrio de San Vicente cuando iban a sus cónclaves. Una leyenda de riqueza conseguida a costa de incautos, que les permitió contar con los servicios de afamados artistas y artesanos sevillanos (siempre con la discreción debida, porque la Iglesia católica del Arzobispado les paró los pies). Fue un esperpento que se extendió a las canonizaciones de Franco y otros conocidos personajes.

De aquellos polvos han venido estos lodos, o de aquellos lodos estos polvos. El Palmar de Troya, una pedanía de Utrera, quedó estigmatizado como feudo de unos majaras visionarios. La leyenda continúa con un ex papa y una ex monja reconvertidos en presuntos atracadores, que se lían a cuchilladas con un falso cura. Una vez más, la realidad supera las ficciones.

José Joaquín León