ALGUNOS politólogos (profesión que me encanta) decían que la moción de censura no iba contra Mariano Rajoy, que ya era un muerto político anunciado, sino contra Albert Rivera, que se ha quedado descompuesto y sin elecciones. Por otra parte, ha servido para que el socio preferente del PSOE en la oposición no sea Ciudadanos, como le gusta a Susana Díaz (y a Juan Espadas), sino Podemos (como le gusta a Pedro Sánchez). De modo que se puede afirmar, sin exagerar, que también ha sido una moción de censura interna del PSOE contra Susana Díaz, que fue la rival de Sánchez para dirigir el partido. Y, de rebote, contra el PSOE susanista de Andalucía y de Sevilla, que  están controlados por ella. Y, por si había dudas, ayer fue nombrado el embajador en tierras hostiles.

Si ustedes guardan los periódicos y los leen dos semanas después, se reirán bastante. Hay politólogos completamente desorientados. Cuando aterrizó Sánchez, se publicó que formaría un Gobierno de leales, a los que recompensaría. Después se vio que depende. A unas, como Carmen Calvo, sí. A otras, como María Jesús Montero, se dijo que era por agradar a Susana Díaz (por favor, no se rían). A otros, como Màxim Huerta, fue por buscar un impacto mediático, y se debe reconocer que ha impactado pero que muy requetebién. Ahí tuvo puntería, y puede que en algún otro o alguna otra también, ya se verá.

Volviendo a los leales, se esperaba en Sevilla que nombrara ministro a Alfonso Rodríguez Gómez de Celis (en adelante, Celis, por abreviar). Se insinuó que podría ser de Fomento, y así Celis pasaría a la historia como el ministro que dejó atadas y bien atadas tres líneas de Metro de Sevilla. Hubiera sido una misión imposible. Celis se quedó fuera del reparto, con la gente diciendo “pobrecito mío, amigos para eso”.

El hombre propone y su jefe dispone. Resultó que le asignaría más altas misiones. Ya es delegado del Gobierno de Pedro Sánchez en Andalucía. Una faena gorda, porque sustituye a Antonio Sanz, que lo ha hecho muy bien, y había sobrevivido a las batallas del PP, yendo con todos, que es como mejor se salva uno, y viajaba por Andalucía, actuando de verdad contra el narcotráfico, y con pinta de ser delegado del Gobierno por muchos años más. Hasta que pasó lo que pasó. Y llega Celis, dispuesto a triunfar.

Se intuyen temblores desde San Telmo a la Plaza Nueva. Estas mociones las carga el diablo, que se viste de Pedro para despistar.

José Joaquín León