TUSSAM  ha vuelto a la actualidad por culpa de las oposiciones a su manera y de los perros. Esta es una cuestión de hondo calado. Antes de decidir si se permite a los perros con bozal viajar en los autobuses de Tussam se debería pulsar la opinión de los sevillanos. ¿Otra consulta popular de Espadas? El asunto es de más sensibilidad que el día festivo de Feria. Pues el festivo sólo se disfruta un día al año, mientras que algunas personas viajan en autobuses de Tussam todos los días del año. Y a todos y a todas no les hace la misma gracia que un perro incontinente pueda aliviar sus necesidades elementales justo al lado. Ya se sabe que también son criaturas de Dios, pero no tienen exactamente el mismo discernimiento. Si seguimos así, se intuye que los perros y las perras (puede que también los gatos y las gatas) van a terminar votando en las elecciones municipales.

No hay que ser malvados con los animales, pero tampoco se les puede tratar como a personas. Se debe apelar al sentido común. Eso que los catalanes llamaban seny, antes de que se les torciera con personajes siniestros como Puigdemont, Torra, los Jordis y otros que parecen salidos de un esperpento de Valle Inclán. El sentido común nos dice que no es lo mismo un dulce caniche en brazos  de su ama o amo que un can gruñón y baboso. Con los perros debe estar muy reservado el derecho de admisión. Puede que también con los humanos, pero eso sería materia aparte.

Vamos de un extremo al otro. Hemos pasado de ser el país más retrógrado de Europa a huir del complejo intentando ser los más vanguardistas. Con los perros se aprecia claramente. Basta con leer los libros de Camilo José Cela para ver cómo se trataba a los perros callejeros en la España de la posguerra, sobre todo en zonas rurales. Entre apedrearlos y envenenarlos, el surtido de tormentos era amplio. Del salvajismo más cruel se ha pasado al otro extremo: que tengan los mismos derechos humanos que las personas. Olvidamos que son animales, para bien y para mal. Unos más graciosos que otros, pero animales.

El problema de subirlos a los autobuses, sin control previo, es que crearán precedentes. Por eso, una solución más sensata sería que no viajen en todos los autobuses, sino sólo en algunos bien señalados, y a ciertas horas restringidas. Y que quienes prefieran los autobuses de Tussam libres de perros, al modo tradicional del género humano, también puedan viajar.

José Joaquín León