EL debate sobre el estado de la ciudad pasará a la historia por el arboricidio del verano. Los de Participa (o sea, Podemos) no respetan al alcalde en la misma medida que Pablo Iglesias a Pedro Sánchez. De modo que lo han rebautizado como Juan Serrucho, por su prodigalidad para talar árboles a destajo (hasta la semana pasada a eso se llamaba apear, pero ya no), y ahí están, enviando manifestantes con sus pancartas a la Plaza Nueva. La cosa tiene su gracia, aunque al alcalde le ha parecido “una tontería política”. También es injusto, ya que están reponiendo para compensar, y no se ha oído hablar de Juan Carlos Pala ni de Antonio el Sembrador. A pesar de que Cabrera y Muñoz han  plantado por diversos barrios del hábitat urbano sevillano. Y al concejal de Parques y Jardines, David Guevara, le piden la cabeza, como si estuviera ahí para cortar por lo sano.

El estado de la ciudad no se había programado para hablar de los árboles. Por el contrario, el alcalde ha presentado varias medidas de micropolítica en los barrios y para los desempleados, que son oportunas, a falta de un año para las elecciones. El portavoz del PP, Beltrán Pérez, ha recogido el guante y ha apuntalado que se pueden derribar todos los árboles enfermos. También dijo que hemos perdido tres años, por culpa de este alcalde. Es una gran verdad, sobre todo para el PP, que ha perdido tres años de gobierno. Se la dieron con queso a Zoido, como a los ratones, y le pusieron una trampa, con la que salió alcalde Espadas sin haber ganado, a lo Pedro Sánchez. Sólo que después ha sido diferente, y los mismos que lo votaron (o sea, la otra Susana y compañía) ahora lo llaman Juan Serrucho, y no les gusta que envíe patrulleros al Pumarejo, ni menos aún que se lo dejen como se lo han dejado.

El estado de la ciudad se presenta animado en el año que resta. ¿Conseguirán Juan Carlos Pala y Antonio el Sembrador revertir la situación? ¿Podría animarse Juan Serrucho a plantar varias docenas de palmeras y más de 100 naranjos con sus propias manos? En Parques y Jardines, las criaturas están que ya no pueden más, los tratan como si fueran verdugos, y el director, Adolfo Fernández, va explicando que detrás de cada árbol que cae hay un informe. No se les ejecuta por sadismo.

También hay que ser malasangres para llamarlo Juan Serrucho el día que se debate el estado de la ciudad, cuando el serrucho se lo dieron ellos mismos.

José Joaquín León