LAS fuerzas vivas sevillanas están distraídas en agosto, por lo que no han organizado una campaña de indignadas protestas por la pérdida del Hyperloop. La gente sigue asimismo acalorada, por lo que pueden suponer que eso del Hyperloop es un nuevo hipermercado, y que no le hace falta a la ciudad, una vez que han prometido que no sufriremos atascos en los nuevos centros comerciales de Torre Sevilla y Palmas Altas. Sin embargo, en condiciones normales, estas maravillosas pruebas de investigación con el Hyperloop (el tren de levitación de altísima velocidad, que circularía con cápsulas para 40 pasajeros a más de 1.200 kilómetros/hora) se deberían haber concedido a Sevilla. Por pamplinas más simples han organizado mesas redondas.

Ni de coña se le hubiera escapado el Hyperloop a Felipe González. Hemos perdido ese tren en la capital del AVE. También lo advierto: entre lo que han presentado y la realidad hay algunas diferencias. Hace unos meses dijeron que el Ministerio de Fomento (entonces con Íñigo de la Serna al frente) negociaba con la compañía Virgin para las investigaciones y pruebas del Hyperloop. Había dos opciones:

-El circuito ferroviario de alta velocidad de Bobadilla, en Antequera (Málaga), donde España perdió 269 millones en fondos Feder europeos, tras abandonar el Gobierno central ese proyecto de Adif.

-La línea del llamado AVE andaluz entre Sevilla y Antequera, donde la Junta planteó una inversión de 1.300 millones, que después abandonó, perdiéndose lastimosamente 280 millones de euros.

Susana Díaz estaba como loca por vender las ruinas del AVE andaluz a Fomento, desde los tiempos de Ana Pastor como ministra. Se ha quedado con las ganas.

Por cierto que la decisión de conceder el proyecto a Bobadilla (Málaga), en vez de a Sevilla, fue anunciada por Adif con el PSOE, pero no se ha adoptado con José Luis Ábalos en el Ministerio, sino que ya estaba pactado en tiempos del PP con Íñigo de la Serna, antes de la moción.

Y ahora viene lo mejor: para poner en marcha este proyecto de Virgin ya lo han supeditado a la concesión de 126 millones de euros en ayudas públicas. Es decir, que con un poco de mala suerte, podrían enterrar 126 milloncejos más, como si nada, pues lo público es de todos y de nadie.

Después dicen los enemigos de ampliar el Metro que es un despilfarro. Como si no tuvieran otros ejemplos mejores.

José Joaquín León