HAY una gran diferencia entre la realidad y el deseo, dicho sea sin evocaciones poéticas de Luis Cernuda. El deseo se expresa con planes para 2025, con estrategias para 2030, con actos vistosos en los que se habla de convertir a Sevilla en un gran nudo logístico, en la encrucijada del sur de Europa y el norte de África, en el corazón de Andalucía y en la amiga de Portugal. Se habla de innovación, de tecnología y de fantasías animadas. Frente a eso, está la realidad. Lo real desmiente a lo imaginario. Lo real es que las infraestructuras de Sevilla sufren un retraso de más de 25 años, tras el frenazo impuesto a continuación de la Expo 92.

El último ejemplo es el puente del Centenario.  Ahora vamos por el momento espectacular en que se discute si sería más barato construir un segundo puente en paralelo, o ampliarlo como el puente de Rande, de Vigo, según ha sugerido el ministro de Fomento, José Luis Ábalos. Ahora se discute si son galgos o podencos.

La realidad se volvió a ver en la mañana de ayer, como tantos días. Era lunes, se supone que una jornada laboral. El puente del Centenario hacía de embudo, lo que mejor le sale. Largas colas de vehículos aguardando en todas las direcciones. Al menos cinco kilómetros de retención (cuando yo la vi) en la A-4 para los que iban en sentido Huelva. La SE-30 que acusa el efecto rebote en varias salidas. Un caos de tráfico, que se aprecia frecuentemente y que se soporta con resignación.

En ese atasco, una gran parte de los vehículos parados son camiones. Es decir, se supone que forman parte de los planes logísticos para 2025 y del plan estratégico para 2030. Los camiones están bloqueados y bloquean. En el transporte de mercancías, como en el de viajeros, la rapidez es importante. Si a los trayectos se les suma una hora (o media hora) de atascos inevitables, hay un problema estructural.

Menos debatir y más actuar. No perder el tiempo en anunciar lo que no se hace. Tampoco solviden que los atascos del puente del Centenario se reducirían si estuviera operativa la SE-40 con los túneles bajo el río. Son obras fundamentales y necesarias, que presentan como caprichos caros.

Como no hay manifestación por estos motivos, a los políticos les importa menos. Diferente sería si los conductores cortaran el tráfico varias horas. Pero son buenas personas. Algunos incluso creen que así se trabaja menos, y que la excusa es verosímil.

José Joaquín León