LA semana pasada escribí sobre los jueves que perdimos y hoy sobre los viernes que ganamos. Nunca se habló de los viernes que hay en el año que relucen más que el sol, porque el Viernes Santo suele amanecer lluvioso, o al menos nuboso y dudoso. Algunos supersticiosos culpan a la luna de Parasceve, como origen del mal fario. La luna no tiene la culpa y se puede demostrar, aunque me lo ahorro. El  viernes era el día en que había problemas con los costaleros profesionales, pues las cuadrillas llegaban reventadas. En la Feria, el viernes era cuando algunos ya dimitían, como si fueran ministros de Sánchez, y se iban a la playa. El viernes siempre fue, es y será un día piadoso, de visitar al Señor en San Lorenzo. El viernes era el último día laborable.

Después llegaron el Viernes Negro y el Viernes Verde. El Viernes Negro o Black Friday lo inventaron los norteamericanos y lo copiaron en el resto del mundo, como lo de Halloween. El Viernes Verde lo inventó la LFP de Javier Tebas para fastidiar a los béticos. Pero este año, con la Europa League, se han salvado, pues los chicos de Quique Setién no van a jugar un jueves y un viernes, como si fueran la banda de las Cigarreras. Y así se ha conseguido que la criaturitas de Heliópolis, como sus rivales de Nervión, se liberen del perjuicio de los partidos de los viernes en Gol TV, o donde sea. Y así hemos llegado a los viernes que ganamos. Todo lo que se perdió para los jueves se puede ganar para los viernes.

Aunque hay matices. También tenemos el último viernes de mes, que es el Alpe d’Huez de las familias y el de los plenos municipales. Hoy anuncian uno ameno. Estos plenos pasan sin penitencia ni gloria, van a capa y Espadas, pero es un ritual que se debe cumplir. Los viernes de los plenos suelen crear ambiente festivo en la Plaza Nueva, a donde acuden espontáneos. Es un día odioso para la Policía Local.

Por el contrario, el viernes es un día alegre para la ciudadanía. Hoy tenemos festejos populares: la Nocturna del Guadalquivir, una carrera de disfraces, donde participan casi más caminantes que atletas; y la Velada de San Miguel, que la han vuelto a repetir. De ese modo, si Santiago y Santa Ana son de la orilla trianera, a San Miguel le corresponde la orilla del Arenal. Como una guinda de la mini feria taurina.

Y el viernes próximo será el de la Noche en Blanco, que se aguarda con insomnio y entusiasmo. El viernes tenía fama de gafe, y ahora es el día de moda.

José Joaquín León