EL otoño nos ha salido caliente en todos los sentidos. Así no es raro que la gente se eche a las calles sevillanas a protestar. En los años de finales del franquismo, los estudiantes se echaban a la calle para conseguir esa Transición a la democracia que ahora critican los indignados. Aunque, en general, los estudiantes y obreros unidos contra la dictadura soñaban con hacer la revolución; o al menos poner su granito de arena lanzando piedras, mientras los grises de la Policía Armada les zurraban. Eran otros tiempos, cuando se salía a protestar sin red; o sea, jugándote el palo, y casi siempre por motivos solemnes, como la libertad.

Sin embargo, ahora los estudiantes salen a la calle a protestar por el calor. El Sindicato de Estudiantes convocó ayer una manifa para ir a la Delegación de Educación, donde la delegada, Francisca Aparicio, se supone que estaba confortada con el aire acondicionado que a los chavales se niega. En la manifestación corearon gritos como “Aulas sí, saunas no”. En la pancarta se leía: “Contra la falta de climatización en los centros. Exigimos solución ¡ya!”.

Se nota  que España va bien, y Andalucía al menos regular, pues también se decía “Susana Díaz recorta todos los días”. No es lo mismo que antes, cuando los presidentes de la Junta no podían recortar porque no había autonomía en Andalucía, ni aire acondicionado en San Telmo, que era un seminario de esa misma Iglesia a la que quieren desamortizar la Mezquita.

Algunos nostálgicos del pasado (a los que salían con banderas del Che Guevara, y con hoces y martillos, me refiero) dicen que estos manifestantes son unos niñatos pequeño burgueses. Chavalitos a los que maneja Podemos, en plan indignados de pitiminí, para protestar por el otoño caliente. En aquellos tiempos, los otoños también salían calientes, según advertían Marcelino Camacho y Nicolás Redondo. Y si hacía calor en otoño, te aliviabas con un abanico, o te fastidiabas directamente.

Sin embargo, no hay que ser dogmáticos. Los jóvenes tienen razón. Ya no estamos en los tiempos de la guerra civil de sus bisabuelos. Ya no tenemos las cartillas de racionamiento que sufrieron sus abuelos. Ya no hay familias numerosas como las de muchos padres de alumnos que estudiaron con becas por resultados. Ahora vivimos en el Estado del Bienestar, donde todo el mundo aspira a vivir de p.m. Y no se puede estar en una clase como si fuera una sauna. Para eso inventaron los spas, que sucedieron a los balnearios para reumáticos.

Si hay sanidad universal, también debe existir el aire acondicionado universal. A ver si por fin enfrían los otoños.

José Joaquín León