SE suele decir que Sevilla se ha convertido en un parque temático… de Sevilla. Puede que sea verdad. Puede que la ciudad sea como un simulacro, que casi todo el mundo juegue a las apariencias de una ciudad que debe ser como se espera, sin que sepamos lo que es realmente. Sin embargo, no sucede sólo aquí. Está pasando en todo el mundo. Hace más de 20 años ya lo percibí claramente en dos ciudades adaptadas a espectáculo para turistas: Venecia en Italia y Carcassonne en Francia. Puede que en Venecia aún queden ecos verdaderos por los barrios más alejados de San Marco. Sin embargo, en la ciudadela francesa es difícil no sentirse cómplice de una mentira.

El CEU está difundiendo unos videos sobre Sevilla, grabados en el taller La cultura está en la calle. En la presentación, hace un par de semanas, participé en una mesa redonda junto a Paco Robles, Manuel Jesús Roldán, Juan Miguel Vega, Fernando Gabardón y Ricardo Suárez, y se planteó la pregunta del millón: ¿todavía está la cultura en las calles de Sevilla? Pues sí, pero hay que descubrirla, o mirarla con los ojos del viajero que llegaba en siglos pasados. El viajero que venía a conocer, sin prejuicios, sin ideas previas. Aunque, con el tiempo, ese viajero romántico fue cómplice de muchos tópicos. Richard Ford y los demás no han sido inocentes. Hoy algunos libros de viajes se leen a carcajadas, por las paridas que incluyen.

Se suele considerar al turismo como responsable de los parques temáticos urbanos. Pero la culpa no es sólo de ellos. Hoy todos somos más turistas que viajeros. Casi todos leemos, nos informamos, nos empapamos de lo que no hay que perderse en una ciudad. La curiosidad y la anécdota prevalecen. A muchos turistas les interesa más el lagarto que conocer a fondo la Catedral. A muchos turistas les atrae lo llamativo, incluso lo discordante, de ahí viene el éxito de las Setas, que ya forma parte del paisaje consagrado en las guías.

Con la ciudad pasa lo mismo que con la Semana Santa desmesurada. Se explicó todo y fue peor. Recomendamos calles para ver cofradías y se masificaron. Los curiosos rompieron el ambiente de antaño. Caballerizas con San Roque, Doña Guiomar con la Quinta Angustia, dejaron de ser lo que eran. La soledad se perdió con el auge de los programas de los diarios y fue rematada en Internet. Así se hizo fuerte el curioso que no pasaba de la apariencia.

Puede que en el futuro todas las ciudades se conviertan en un parque temático de sí mismas. La única salvación sería buscar la verdad de cada lugar. A sabiendas de que es difícil hallarla.

José Joaquín León