CUANDO la selección española de fútbol tenía su sede permanente en Sevilla no era conocida como La Roja, sino como La Selección. Eran los años en los que nunca pasaba de los cuartos de final. Tampoco pasaba con Javier Clemente, señalado como el entrenador que rompió la costumbre, después de un partido con Armenia, disputado en el Benito Villamarín, en 1995, en el que fue abroncado por no dar entrada a Cuéllar. Sin embargo, el verdadero motivo no fue ese, sino que la Federación Española de Fútbol tenía intereses comerciales para que La Selección diera la vuelta a España y jugara en otras ciudades.

Hoy vuelve al estadio del Betis (aunque en Sevilla ya disputó otros partidos en La Cartuja y Nervión después de aquel episodio), y se remueven recuerdos. Allí vivimos en 1983 aquel 12-1 a Malta, que se festejó como un Mundial. Yo vi aquel partido junto a Manuel Ramírez Fernández de Córdoba, que escribió una crónica memorable.

A Sevilla se la criticaba precisamente por alimentar el mito del jugador número 12. Decían que el aficionado sevillano (de un color o de otro) era propenso a aplaudir todo lo que viniera de fuera, sin ánimo crítico, con tragaderas. Un poco bobo y simple, por resumir. De ahí se dedujo que el mito del jugador número 12 se extendía a todo: a la política con Felipe González, a la economía que era de subsidio y subvención, a la falta de protagonismo andaluz frente a Cataluña y el País Vasco que ponían o quitaban los gobiernos.

Sin embargo, el jugador número 12 de entonces fue premiado con la Expo del 92 y todo lo vinculado. En lo futbolístico, Sevilla pintaba poco con sus clubes, que eran mediocres en las últimas décadas del siglo pasado, y no siempre competían en Primera División. La Copa del Rey del Betis, en el 77, fue el único logro de aquellos años. El Sevilla no había dado saltos de calidad. La Selección jugaba siempre aquí porque se empeñó en ello Miguel Muñoz; y así se mantuvo hasta lo de Clemente en el 95.

¿Fue un acierto o fue un error? El jugador número 12 de hoy puede que ya no sea como el de antes. El de antes fue capaz del 12-1 a Malta, aunque sobre aquel partido legendario circuló una leyenda negra indemostrable, como pasa con casi todos los éxitos españoles. En aquel tiempo de finales del siglo XX, en Sevilla apareció un tercero en discordia: el estadio de La Cartuja.

Allí también jugó La Selección y hubo finales de competiciones europeas y españolas. Algunos creyeron que sería la sede fija de España, y que eso justificaría el estadio tras el fracaso olímpico. Pero Sevilla y La Cartuja se quedaron sin La Selección, que hoy vuelve a Heliópolis como La Roja. Pocas veces se le dice España.

José Joaquín León