SE suele decir que algunos presentadores aprovechan la oportunidad para presentarse ellos mismos. Hay algunos presentadores de pregoneros que sueltan su pregoncito y se quedan a gusto. Así como quien no quiere la cosa, con su estilo templado y amable, el alcalde Juan Espadas aprovechó la presentación de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en el Foro Joly, para soltar una pincelada. Puso de manifiesto que en política las oposiciones (todas, lo mismo me da), deben oponerse a lo que les parezca oportuno, pero no deben bloquear unos presupuestos. Y, claro, eso adquiere un matiz importante si lo dice él, que consiguió acuerdos con Ciudadanos y el  PP de Beltrán Pérez para que no le bloqueasen los presupuestos de Sevilla.

¿Se puede interpretar esa alusión al arte de los presupuestos como una patada a seguir? No era esa su intención, pero a veces el subconsciente es consciente de que está insinuando lo contrario de lo que aparenta. De modo que Juan Espadas le estaba recordando a los compañeros del Gobierno que él no ha necesitado pactar con Podemos e IU, que lo pusieron de alcalde, ni con independentistas (que en el Ayuntamiento no los tiene) para sacar adelante unos presupuestos. O dicho de otro modo: también se pueden aprobar negociándolos con el PP y con Ciudadanos. A cambio de parecer moderado, en vez de lo contrario. Y con las fuerzas vivas sevillanas aplaudiendo ese prodigio de la cordura.

Pero eso es misión imposible en la política nacional. Pedro Sánchez lo negocia con Podemos y los independentistas que lo llevaron bajo palio a la Moncloa. Todos piden algo a cambio del voto. También existe memoria selectiva. Cuando el PSOE ha ejercido la oposición al PP no se recuerdan casos de apoyo de Pedro Sánchez a unos presupuestos de los populares. Al contrario, a chinchar, y alardear del “no es no”. La doctrina Espadas para los presupuestos ejemplares (consentidos mutuamente, hoy por ti, mañana por mí) no ha funcionado cuando le tocaba ser generoso a Sánchez, que incluso fue defenestrado en un cierto momento que parece olvidado. Por lo cual carece de razón para exigirlo. Aunque Sevilla haya sido diferente.

Los presupuestos no son inocentes y Espadas lo sabe, y María Jesús Montero también. A la hora de presupuestar estás poniendo o quitando, estás repartiendo, omitiendo y escogiendo. Si fuera tan sencillo, y diera lo mismo, bastaría con prorrogar a perpetuidad los existentes. Ocurre que ese vamos a llevarnos bien le funcionó en Sevilla, pero no es exportable para negociar con prófugos y presidiarios.

José Joaquín León