AL cumplirse los 10 años del asesinato de Marta del Castillo han vuelto a ponerse los focos mediáticos sobre un caso que sigue provocando una oleada de indignación popular. Se diga lo que se diga, ha sido un fracaso para la Policía y para la Justicia. Es cierto que Miguel Carcaño se confesó autor del crimen, que está pagando sus culpas en prisión (tras ser condenado a 21 años), y que no se le ha permitido beneficiarse de ventajas penitenciarias. Es cierto que los sospechosos fueron enjuiciados y que algunos quedaron absueltos por falta de pruebas. Sin embargo, aún se ignora dónde está el cadáver de Marta. No ha sido hallado, ni se sabe dónde puede estar.

Durante una década, la familia de Marta del Castillo ha mantenido un tenaz empeño para que no se olvide, para descubrir el paradero de la joven asesinada. Ahora aspiran a que se repita el juicio y sean condenados todos los que consideran culpables. La Administración ha colaborado buscando el cuerpo infructuosamente, en unas actuaciones que han sido muy costosas y han movilizado a especialistas. Primero empezaron en el río Guadalquivir, después buscaron en el vertedero de Alcalá de Guadaíra, y así hasta siete versiones diferentes que dio Miguel Carcaño, incluida la finca Majaloba, en La Rinconada.

Cuando Carcaño pidió perdón a la familia, en un acto de cinismo, declaró que no sabía dónde estaba el cadáver. Por su parte, El Cuco dijo que le preguntaran a Miguel y que él no lo sabía. Esa incapacidad para descubrir la verdad es lo más llamativo de este caso, y lo que lleva a sospechar que jamás se ha conocido exactamente lo que ocurrió en aquel piso de León XIII, ni mucho menos lo que sucedió aquella madrugada hasta que lograron desembarazarse del cadáver. Ante la ignorancia de la realidad, se han propagado falsedades, que han contribuido a enredar más el caso e imposibilitar el hallazgo.

La familia considera que las dos sentencias fueron contradictorias y que el juicio se debe repetir para que sean castigados todos los supuestos culpables. Parece lógico y sensato ese deseo, pero tropieza con la necesidad de nuevas pruebas que aporten indicios diferentes a los ya juzgados.

El caso de Marta sigue siendo indignante. No es como otros, donde no se sabe si la persona desaparecida está viva o muerta. Aquí el problema es que no se ha encontrado el cadáver. Y que todo hace suponer que nunca se encontrará. También llama la atención que un joven condenado haya dado tantas versiones diferentes. A pesar del interés que han puesto las autoridades, esta es la historia de un fracaso.

José Joaquín León