EL caso del presunto bonzo, que intentó provocar un incendio y después quemarse en el convento de las Siervas de Jesús, en la calle San Vicente, es curioso. Ha trascendido ahora, aunque ocurrió el 12 de febrero; es decir, dos días después del acto de gamberrismo contra el patrimonio en la iglesia de San Martín. Por supuesto que no tiene nada que ver, es una casualidad. El individuo parece un pirado, más que un pirómano, aunque quedó en libertad tras declarar. Mientras que la pintada incendiaria anarcofeminista fue obra de una chica joven, que se fotografió junto a su hermana y lo subieron a Instagram. Después se asustaron, al ver la repercusión, y acudieron a la Policía junto a su madre. Fue alabada la habilidad de la Policía para descubrirlas, aunque se descubrieron ellas mismas.

Existe una tendencia general a minimizar estos casos. Un majarón y dos gamberras. Pero en Sevilla no es raro que ocurran hechos semejantes. Pues hay algunos grupitos, o individuos e individuas a título particular, que se complacen y distraen pintando amenazas en iglesias, la mayoría de las cuales forman parte del patrimonio histórico artístico de la ciudad. Y no suele haber consecuencias, se asume como algo inevitable, como una secuela del vandalismo urbano, que también afecta a monumentos civiles, e incluso a los árboles.

Sin embargo, aparte del gamberrismo, está el trasfondo del odio. En Sevilla, precisamente por ser la tierra de María Santísima, según la definió Benito Mas y Prat, subyace un odio revanchista a la religión católica, a la Iglesia, a las hermandades y cofradías. Es minoritario, pero está ahí. Y es legítimo que tengan otras ideas y creencias, pero no hace falta sustentarlas en el odio. Su problema es ese, cuando basan sus ideas en odiar a la religión católica y sus derivados. A veces pasan a la praxis y no se quedan sólo en la teoría.

Por eso, hay que tener cuidado con el caldo de cultivo. En las teorías antirreligiosas que circulan por Sevilla se repiten simplezas y tonterías que no se ajustan a la realidad. Son tópicos de caricaturas. Yo no digo que eso fomente el gamberrismo, pero sí que algunos lo aprovechan para justificar lo injustificable. Todo el mundo tiene derecho a su verdad, aunque lo que más importa es la verdad. Lo escribió Antonio Machado, que la buscaba.

El gamberrismo es una secuela del odio, que puede pasar a males mayores cuando se da un pasito más. Por eso aparecieron las teorías de las conspiraciones en la Semana Santa. Porque el mal está ahí, existe, y ya se conocen sus amenazas y sus pintadas en las paredes de las iglesias.

José Joaquín León