HOY los caminos de Sevilla se convierten en calles de la Amargura que llevan hacia el Nazareno y su Madre. Es primer viernes de marzo, arden los cirios con una luz que oscila en las tinieblas. Todavía no es Cuaresma, todavía la ceniza no es el recuerdo de nuestro futuro imperfecto. La Semana Santa viene con parsimonia exagerada, como si no se atreviera a entrar en la ciudad de sus sueños. Pero el primer viernes de marzo ya está aquí, como un recordatorio de que la primavera nos acecha, y se oculta entre los atardeceres cárdenos que ya demoran la luz sobre el río, en los horizontes poéticos del Aljarafe.

Como escribió Joaquín Romero Murube, “es que ha llegado la luz y el viento de la Semana Santa. Por esta vira de oro de la tarde de marzo, viene Jesús Nazareno”. Ha llegado el día en que tenemos a Sevilla en los labios y al Nazareno en el corazón. El beso y el amor que se depositan en unos pies. Son esos pies del Nazareno, gastados por las caminatas de tantos siglos con su cruz (que en el Silencio han soñado de carey y plata), los que  marcan el primer viernes de marzo. Los que obligan a seguirlo, cuando sólo sus pies son dignos de ser besados. El camino es un misterio, que sólo nos revelará el Nazareno. La vida se asemeja a un primer viernes de marzo, cuando ya intuimos una primavera eterna, pero no somos capaces de verla, porque todavía es sólo un presagio en el horizonte de la tarde de marzo, con su vira de oro.

Los caminos del primer viernes de marzo nos llevarán también a San Lorenzo. No es un día más, como todos los viernes en que nos espera el Señor. A su basílica llegan las almas atribuladas, peregrinas del dolor, algunas personas desesperadas que acuden como un último recurso. Allí están también sus fieles, que lo visitan cada viernes. Saben que hoy, primero de marzo, queda más cercana la Madrugada en la que saldrá a las calles para imantarlas con su zancada, que es profunda y tierna, tan silenciosa como elocuente.

A su lado, estará la Soledad. Este año, por las casualidades del calendario, su primer besamanos coincide con el viernes de marzo. El segundo será, como de costumbre, el viernes de Dolores. Dos viernes señeros en la ciudad para sentir la compañía de la mano (fría, pero dulce) de la Soledad. El encuentro con la Madre del Nazareno no es un gesto de cortesía. Besar el pie del Hijo, besar la mano de la Madre. Es el beso de la Vida, es el fruto del amor, que se nos anunciará entre la tarde que revira, con el oro que en Semana Santa cubrirá los pasos. Hoy llega un día que en su horizonte cuelga una promesa de esperanza.

José Joaquín León