NO sólo fue la primera mujer pregonera de la Semana Santa de Sevilla. Charo Padilla también nos dejó ayer, en el Teatro de la Maestranza, el pregón de una madre. El de ella misma, el de su madre, el de todas las madres. “Sevilla es una cara morena a la que mi madre rezó”, dijo emocionada al final. Antes tuvo momentos muy intensos. Por ejemplo, cuando recordó que las madres tienen el privilegio de llevar en sus vientres a los nazarenos de Sevilla. Un privilegio del que nunca pudo hablar ningún pregonero anterior. Todos tenemos madre, pero quien lo ha sido valorará mejor lo que Charo dijo: “Una madre es el camino más corto para entender el cariño”.

El pregón estuvo a la altura de las expectativas. Fue plenamente charopadillesco, tanto en el fondo como en las formas. Una pregonera que empezó pidiendo la venia, al llegar a ese palquillo de la oratoria que es el Teatro de la Maestranza, y que terminó recordando la mujer que es, gracias a las cofradías y a Sevilla. Una Sevilla que no sólo ensalzó en la ciudad de siempre. Estuvieron presentes los barrios-barrios: ese Cerro del Águila del que le hablaba Angustias mientras preparaba el bacalao con tomate; o ese Polígono Sur de los niños de la Agrupación de la Esperanza y de su cofradía de vísperas. Todas las Sevillas estuvieron presentes en la Sevilla de la Padilla.

Ella fue como es: sencilla, clara y directa. Recurrió a su familia, a su gente, a sus amigos; recordó a sus compañeros de Canal Sur y a Carlos (Herrera), a José Luis (Garrido Bustamante) o a Fernando Carrasco, entre otros. Se reivindicó como una reportera de calle, que ha querido contar la vida que pasaba en la Semana Santa. Por eso, Charo, que nunca había sido pregonera, no se exaltó en el Pregón, sino que se mantuvo en el tono justo, bien audible, para contar sin exagerar.

Y para “retransmitir el rostro de Dios en Sevilla”, como dijo al principio. La mujer que se casó en San Julián y que incluyó Madre Hiniesta como marcha elegida. La mujer que retransmitió la salida del Beso de Judas en Antena Médica. Y la mujer que retransmitió, en el Pregón, la entrada de la Esperanza Macarena. O la mujer que expuso al final, con un fondo de piano, el sueño imposible de entrevistar a los ángeles para contar quién talló a la Esperanza.

En el atril del Pregón, por vez primera, estuvo una mujer, que es una madre. Demostró que la sensibilidad se puede expresar según se siente. No hace falta alardear, ni recurrir al ripio o el histrionismo, sino que el camino más corto para llegar es el de la verdad aprendida, el amor a una Semana Santa en la que se altera el tiempo.

José Joaquín León