CUALQUIERA que tenga la paciencia y la humildad de leer las medidas de tráfico y el plan de seguridad para la Semana Santa creerá que nos estamos preparando para una guerra. Sólo falta disponer refugios para casos de bombardeo. Señores, es la Semana Santa de Sevilla. Salen cofradías con sus pasos, y punto. Pero está más blindada que una final de la Liga de Campeones de alto riesgo. Se anuncia que en el centro (y también en Triana, como novedad de este año) habrá videovigilancia de alta definición, que se ha mejorado incorporando streaming para calcular mejor la biodinámica de masas. Y asimismo habrá luces led graduables, megafonía y beacons para informar por audio y con mensajes al móvil. A ello se suma que habrá rastreo de las redes sociales, en conexión con la Fiscalía de delitos cibernéticos.

Por otra parte, ayer empezó el cierre del tráfico en zonas como la Campana, por donde no pasará ninguna cofradía hasta el Domingo de Ramos, ya que las de vísperas van por sus barrios, excepto la Corona, que sale el Viernes de Dolores de la parroquia del Sagrario de la Catedral, pero que tampoco hace estación en Santa María de la Sede. Cuando cortan el tráfico, cuando los tranvías no llegan a la Plaza Nueva, la gente despotrica contra las cofradías, a las que les da igual si el plan de tráfico empieza el miércoles o el viernes.

Estas cosas las decide Juan Carlos Cabrera, que para eso es delegado municipal de Fiestas Mayores y de Seguridad Ciudadana. Cabrera y sus leales han empezado ya la reconquista del centro. Mantienen a raya al enemigo. Cuando hubo carreritas, dijeron que las causaban espontáneos, dos o tres que corrían y 20.000 que se contagiaban, pero montan unos dispositivos como si hubiera una invasión de Napoléon. ¿Quiénes son esos enemigos? Todo el mundo lo sospecha, pero nadie lo dice.

Lo mejor es olvidarse, hacer como si no existiera, como si no hubiera videovigilancia, ni megáfonos, ni mensajes. ¿Quién dijo miedo? En la Semana Santa del siglo XXI no ha ocurrido ningún incidente digno de mención, excepto en tres madrugadas. Todo se hace por si acaso. El Cecop nos vigila como el Gran Hermano Mayor. Los cofrades han visto folletos de Emergencias, en los que aconsejan medidas. Por no hablar de los cursillos del año pasado, en los que se llegó a la conclusión de que el humo del incienso puede saltar las alarmas en algunos templos, entre otras.

El turismo cofradiero, ya sin Obama, puede afrontar estos días como quien acude a un juego de rol. Aunque ellos vienen a ver la Semana Santa de Sevilla.

José Joaquín León