ESA emoción que expresaban los antiguos pregoneros cuando contemplaban el primer nazareno era contagiosa. De modo que el primer nazareno se convirtió en un personaje casi mitológico para la Semana Santa. Era como el Adán de las cofradías. Contigo, primer nazareno, empezó todo. Salíamos en la mañana del día soñado, y cuando íbamos hacia San Juan de la Palma, los Terceros, el Salvador o Triana, con los ramos en las manos (que no se te habían caído, gracias al efecto de los estrenos), de repente, ¡zas!, te encontrabas el primer nazareno. Ese mito se ha roto, porque hoy te levantas el Domingo de Ramos y ya has visto nazarenos hasta sin querer, por los barrios y por el centro, por media Sevilla.

El Viernes de Dolores se ha convertido en un sucedáneo de Domingo de Ramos prematuro y sin palmas. Eso que llaman las Vísperas, y que se considera como un aperitivo de la Semana Santa, como una lista de espera del Consejo para que se incorporen a los días de sillas y palcos. Espera, sí, espera. Salvo excepciones, como Torreblanca (que no es la madre, pero sí la maestra de las vísperas, y que se ha afianzado en el Sábado de Pasión), las demás cofradías de anticipo están deseosas de incorporarse a los días de la Semana Santa. Aunque no caben más y todo el mundo lo sabe.

Precisamente de la Catedral (de su parroquia del Sagrario) sale hoy una cofradía: la Corona. Sin embargo, en la oficialidad de la Semana Santa la primera cruz de guía que entra en la Sede es la del Amor con los niños de la Borriquita, en la jubilosa tarde del Domingo de Ramos. La mentalidad de los cofrades de pata negra y cinturón ancho de esparto siempre fue contraria a romper las tradiciones y a poner nazarenos en las calles antes de tiempo. Aunque desde arriba, en el Arzobispado, han mostrado criterios contradictorios.

Todavía se recuerda lo que ocurrió con La Sed, en aquellos años de sus salidas procesionales el Viernes de Dolores por Nervión. El cardenal Bueno Monreal le aprobó reglas como cofradía de penitencia en 1969, pero dos meses después pasó a ser hermandad de gloria, tras una bronca en el Consejo. Les prohibieron el capirote en las salidas por su barrio, aunque podían ir con túnica y antifaz. Era una hermandad de gloria a cubierto.

Las divergencias sobre las formas no deben ocultar la gran labor de las cofradías de vísperas en sus barrios. En ese trabajo, centrado en la fe y en la caridad, es donde encuentran plena justificación, por su sentido religioso y su compromiso. Aunque se hayan cargado la tradición de aquel primer nazareno del Domingo de Ramos.

José Joaquín León