ESTE año tenemos la Feria de Mayo. Pero el quinto mes del año, en Sevilla, siempre es el Mayo Mariano. Después venía el Junio Eucarístico. Algunos lo prolongaban al Julio Carmelitano y al Agosto de la Virgen, y así podríamos seguir por el resto del año. Mayo ha comenzado con un acontecimiento: el regreso de la Virgen de la Estrella y el Señor de las Penas a la parroquia de San Jacinto. Un retorno temporal, que se prolongará hasta la Cuaresma de 2020, mientras realizan las obras previstas en la capilla. Y sobre todo un retorno sentimental para muchos trianeros y hermanos de la Estrella, nostálgicos de aquellos años de San Jacinto, que terminaron en 1976.

Desde entonces, entre los cofrades sevillanos (y más aún entre los trianeros) creció una cierta animadversión hacia esta parroquia, su comunidad y los dominicos. Otros van más lejos. Desde aquella predicación de Molina en el desaparecido convento de Regina (sucedió en 1613), la orden dominica no ha tenido la buena imagen de otras en Sevilla. Con excepciones, claro. Cuando los dominicos se instalan en San Jacinto, a principios del siglo XX, tenían allí su sede cuatro de las principales hermandades de Triana. Con el paso del tiempo, todas se fueron. La primera en salir fue Las Aguas (en 1942) tras el incendio. Después la Esperanza (1962), la Estrella (1976) y el Rocío (1982).

San Jacinto, en estas últimas décadas, era visto como un reducto cerrado. Un fraile dominico (que no compartía el criterio de sus hermanos, apoyados por una comunidad parroquial recelosa de las hermandades) me dijo hace pocos años: “El problema de San Jacinto es una cuestión de tiempo y de frailes”. Los dominicos, en otras ciudades andaluzas, como Cádiz, Jerez y Córdoba, tienen en sus templos cofradías de penitencia, hermandades de gloria, incluso del Rocío, además de fomentar la devoción a la Virgen del Rosario con procesiones y cultos. San Jacinto también acogía hermandades, hasta que se convirtió en una excepción.

El actual párroco, fray Javier Rodríguez, así como su antecesor, fray José Rafael Reyes, han trabajado mucho y bien para cambiar las cosas. Fray Javier es un fraile segoviano, que ha encajado en Sevilla y en Triana, en Santo Tomás y en San Jacinto, que mantiene relaciones fraternas y colaboradoras con las cofradías del barrio de San Lorenzo. Y que en el templo trianero ha abierto la puerta que otros cerraron. No es un cura folklórico, sino un  fraile fraterno y comprensivo, que vino para ayudar. Ver a la Estrella en San Jacinto es una recuperación del tiempo perdido.

José Joaquín León