RECUERDEN aquel otoño, que fue el pasado, cuando algunos partidos, singularmente Ciudadanos, buscaban desesperadamente a su Manuel Valls sevillano. Unos meses antes, en mayo, en vísperas de la moción de censura, las encuestas decían que el partido más votado sería Ciudadanos, si en ese momento convocaban elecciones en España. Diversos gurús y estrategas de barra de bar sostienen que ese fue el motivo por el que Mariano Rajoy no dimitió para anticipar elecciones generales, cuando Pedro Sánchez le planteó la moción de censura. Rajoy prefirió perder el Gobierno (y que entrara como okupa provisional Pedro  Sánchez) a darle la alegría del sorpasso a Albert Rivera. Por el mismo motivo, Sánchez se atrincheró en la Moncloa, hasta que su gurú le dijo “Ahora, Pedro, ahora”.

En los días de aquel otoño caliente pasó el gran momento de Manuel Valls. Venía desde París a Barcelona, con una fama muy superior a sus méritos reales. Este Valls había sido primer ministro de Francia y uno de los que hundió al Partido Socialista, en colaboración con François Hollande, desgracia de la que no se han recuperado aún. Después se mudó a Macron, que también fue socialista, y venía pisando fuerte. Así pasaron de socialistas a liberales, como si fuera lo mismo, en vez de ser precisamente lo contrario.

Albert Rivera presentaba a Manuel Valls como un político cojonudo, un mirlo blanco al que atribuían poderes mágicos. Se suponía que con su prestigio maravilloso (basado en hechos irreales, ya digo, pues venía de un estropicio), conseguiría aglutinar todos los votos transversales en Barcelona. Uniría a casi todos, menos los indepes, como patriota y gran demócrata que era. Francés, sí, pero nacido en Barcelona. Además de que en los mitines de Cs siempre aireaban tres banderas, no sólo la de Colón, y resultaba de lo más plural.

El experimento con champán les ha salido mal. Manuel Valls, en Barcelona, se ha quedado con 6 concejales, y se los ha ofrecido a la podemita Ada Colau para evitar un gobierno de ERC con Ernest Maragall. A Albert Rivera casi le da el soponcio. Valls se quedó en la insignificancia, a protestar, a despotricar de Andalucía. Criticó a Cs por pactar con Vox. Amenaza con irse...

¿Recuerdan cuando Ciudadanos buscaba a su Manuel Valls sevillano? Por suerte para ellos, no lo encontraron. Al menos, con Álvaro Pimentel han salvado la bisagra del despachito. Si encuentran a Juan Espadas como cerrajero, le darán una llave y santas pascuas. Y si te he visto no me acuerdo, Manuel Valls. Va a terminar como varita para la hada Colau.

José Joaquín León