EN Sevilla, en Toledo, en Granada y en pocas ciudades y pueblos más, se ha mantenido la procesión del Corpus Christi en jueves. No obstante, la fiesta litúrgica se celebra el domingo en toda España. El traslado originó controversia y un amplio debate en prensa, ya que no ocurrió lo mismo en todos los países de tradición católica, ni tampoco en el Vaticano. Pero es una doble celebración que se ha consolidado. No obstante, en Sevilla, el domingo del Corpus Christi se ha transformado en el día del Corpus de los barrios. Como pasa con algunas cosas de las hermandades y cofradías, estamos en pleno periodo de desmesura. Es cierto que el Santísimo debe salir a las calles de Sevilla sin discriminaciones, y que todos tienen el mismo derecho, pero hay que valorar a dónde vamos a parar.

Antes de la polémica por el calendario con el Gobierno de Felipe González, la festividad litúrgica se celebraba el jueves. En los días siguientes, durante la octava, había cultos diarios en la Catedral con baile de seises en su versión eucarística (es decir, de rojo sacramental). El domingo de la octava se celebraba la procesión del Corpus Chico en Triana. Era costumbre, desde siglos pasados, conmemorar la solemnidad en la otra orilla del río. Quedaba realzada con la Custodia de Santa Ana (la Catedral trianera), que es excelente. En Sevilla hay un póker se de ases en el arte de la custodias, que encabeza la de Juan de Arfe para la Catedral (la mejor de España, digan lo que digan), junto a las de Triana, El Salvador y la Magdalena. A las que se suman otras de calidad artística, pero sin alcanzar esas cúspides de la orfebrería.

A la procesión de Triana se añadió a finales del siglo XX la de la Magdalena. Triana con cinco pasos. La Magdalena con tres. Otra vez la Sevilla dual. En Triana, más bullicio y más fiesta de barrio. En la Magdalena, más silencios y más seriedad, como de negro. En las formas, eran como la Esperanza de Triana y el Calvario, pero sin coincidir en la calle Murillo. En el fondo, era el amor de Sevilla por el Santísimo.

Pero, con el tiempo, las procesiones para llevar el Sacramento a enfermos e impedidos también se transformaron en Corpus de barrio. Se ha llegado así al frenesí de los últimos años. Rara es la feligresía que no organiza su procesión. Tiene la parte buena de la devoción eucarística, que se propaga. Y tiene la parte mala de que están montando un batiburrillo eucarístico. No sé qué pensaría doña Teresa Enríquez, la loca del Sacramento. Porque no hace falta que salgan todas el mismo día, y porque el Santísimo no necesita que le inventen pasitos a su alrededor.

José Joaquín León