EL proceso especulativo que expulsa a los sevillanos del casco antiguo no ha comenzado ahora, ni se basa sólo en el turismo. Continúo con el segundo artículo de la Trilogía del Desarraigo para recordar que esto mismo se decía en décadas anteriores, incluso en el siglo pasado. En los años 90 eran abundantes las polémicas referidas al proceso de terciarización del centro, que se destinaba cada vez más a servicios, mientras los sevillanos se iban a vivir lejos. La ciudad siempre tuvo tendencia a ensancharse. El proceso se intensificó con el franquismo en la posguerra y se complicó con el desarrollismo de los años sesenta y setenta del siglo XX. En la democracia, los ayuntamientos de andalucistas, socialistas y populares, desde Luis Uruñuela a Juan Espadas, pasando por los demás, han sido incapaces de revertir esa situación.

La expulsión de los sevillanos del casco antiguo creció con la política social de viviendas del franquismo en la posguerra. Primero con Regiones Devastadas y después con el Ministerio, creado por Franco en 1957. Es verdad que erradicaron infraviviendas y condiciones indignas en los corrales de vecinos. Los primeros barrios de viviendas sociales fueron muy elogiados. Formaron un entorno relativamente comunicado con el casco antiguo. Pisos públicos y privados. Hoy barrios como el Tiro de Línea, el Tardón y el barrio León, el Cerro del Águila y el Plantinar tienen cofradías y no resultan tan periféricos.

Los problemas de los barrios gastaron mucha tinta en los periódicos y forjaron el movimiento vecinal. Frecuentes manifestaciones en la Plaza Nueva. La evolución fue anárquica. Tampoco sirvió para erradicar el chabolismo, que buscó diversos asentamientos, no sólo el Vacie. Con el tiempo, la política de viviendas sociales dio origen a los polígonos, sobre todo por el norte y el sur. En ese proceso desaparecieron barrios históricos, como Santiago o la Puerta Osario, incluso el arrabal de San Bernardo y parte de Triana. Sus vecinos emigraron más lejos. En ese crecimiento hubo sombras. También barrios que se convirtieron en guetos legendarios, como las Tres Mil. Así surgieron los que ahora se denominan los barrios pobres, que encabezan el ranking de la miseria en España.

El mayor ejemplo del fracaso de esa política de vivienda es Los Pajaritos. Pasó de ser un barrio obrero de pisos sociales a refugio de la marginación y de una delincuencia vinculada a la droga. Pero esa Sevilla del submundo siempre ha funcionado (y funciona) como si no existiera. Se mira hacia otro lado, y sólo vemos las colas de turistas en la Giralda y el Alcázar.

José Joaquín León