NI con Brexit, ni sin Brexit. Londres no es como Sevilla. Tampoco el Támesis es como el Guadalquivir. Ignoro si en el Támesis organizan cucañas a finales de julio, pero supongo que no. En otras cuestiones, las ranciedades de Londres tampoco son como las de Sevilla. En la capital británica ha surgido una polémica urbanística con un edificio bautizado como el Tulipán, de Norman Foster, que recuerda demasiado a la que hubo en Sevilla con la torre de César Pelli y las Setas de Jürgen Mayer. Pero el resultado ha sido diferente. Allí el alcalde, Sadiq Khan, ha vetado el proyecto. Justo lo contrario que Alfredo Sánchez Monteseirín. Curiosamente, este Khan es laborista, el partido corresponsal del PSOE.

El edificio del Tulipán fue diseñado por Foster y debía estar terminado para 2025. Se levantaría en la zona de la City, donde ya hay otros rascacielos, entre ellos el denominado The Shard, que es el más alto de Europa. El Tulipán, con sus 300 metros de altura, sería el segundo, aunque su aguja crearía el efecto óptico de superar al más alto. Un pintoresco trampantojo. A pesar de la fama de Foster y de proyectarse en una zona empresarial de referencia en el mundo, donde ya hay otros rascacielos, el Tulipán fue cuestionado porque alteraría las vistas y sobre todo porque ocultaría un monumento: la Torre de Londres.

Este ha sido el argumento principal que ha esgrimido el alcalde laborista Sadiq Kham para cargarse el proyecto. Le ha dado prioridad a la vista de la Torre de Londres sobre el Tulipán de Foster. A pesar de que los promotores insistían en que el nuevo edificio atraería 1,2 millones de turistas a Londres en los próximos años y se convertiría en icono. El alcalde destacó que el proyecto no aportaba beneficios para los londinenses. Mientras otras voces resaltaban que es prioritaria la herencia cultural sobre innovaciones discutibles.

En Sevilla, con la Torre Pelli y con las Setas, se plantearon los mismos argumentos entre partidarios y detractores. La decisión fue la contraria. Optaron por la innovación, agrediendo con un elemento fuerte de distorsión a la ciudad histórica. Con la excusa de que los proyectos se integrarían en el paisaje y serán históricos con el tiempo. En Londres también defendieron esas tesis los defensores del Tulipán, incluso con más coherencia, porque se alzaría en la City, que no es como la Encarnación ni como el Arenal visto desde el río. Sin embargo, en el debate ha prevalecido justo lo que no se valoró en Sevilla: el respeto a una ciudad histórica al servicio de los ciudadanos, que no se vende ni se altera con la excusa del turismo.

José Joaquín León