EN el PSOE de Andalucía han desenfundado los cuchillitos políticos, y los van afilando. Desde la calle San Vicente hasta la calle Oriente, pasando por la Plaza Nueva (sin olvidarnos de algunos distritos) están atacados de los nervios, en claves sucesorias. Algunos ya no saben si son de los suyos, o si deberían pasarse a los otros. Todos los partidos dependen de las intrigas cortesanas. Se vio en el PP, cuando lo de Soraya, Cospedal y Casado, pero les llovió del cielo el Andalucía Suma, que fue como un regalo de Navidad. También para Ciudadanos, donde Juan Marín se afianzó cuando le movían el sillón, antes de lo que se ha montado con Albert Rivera y los eurodíscolos. Pero en el PSOE se sabe, desde Alfonso Guerra, que quien se mueve no sale en la foto. Excepto Francisco Toscano, que tiene libertad de movimientos y siempre acierta.

En el PSOE están viviendo un momento embarazoso. La ex presidenta y lideresa, Susana Díaz, ha anunciado su segundo embarazo. Echarla de su trabajo estando embarazada sería una tropelía que puede cometer un empresario machista, pero jamás un partido tan progresista. A Susana hay que dejarla tranquila durante un tiempo, como ella se merece. Pero en ese tiempo algunos están gestando otro parto feliz, para cuando llegue el día después.

Ahora están en el momento de quemar candidatos. Es como las Fallas de Valencia. Primero lo exponen y después van a la pira. Le pasó a María Jesús Montero, que ya huele a chamusquina. Algunos la presentaron como la nueva Susana, pero se le parece poco. La financiación autonómica está siendo un veneno para ella, que como consejera de Hacienda decía lo contrario de lo que defiende como ministra de Hacienda. Volver a Andalucía, para decir lo mismo que dijo como consejera, sonaría raro. Aparte de que necesita el aparato del partido, que ella nunca ha controlado.

Después se habló de Ángeles Férriz, nacida en Sevilla, pero criada en La Carolina y electa por la circunscripción de Jaén. Es otro nombre que fue destapado, incluso por Bendodo, que no tenía nada que ver en la refriega. La Férriz ha sido quemada en el ardor de la lucha fratricida. Por lo que los ojos de cierta militancia se están volviendo hacia Juan Espadas, que en tiempos fue considerado como un aspirante evidente para el día de mañana.

Ya se vieron cositas raras en la crisis de la listeriosis, que tuvo un salpicón municipal en Sevilla. Por ahora, no han ido a mayores, a pesar de los cambios prematuros con el cese de Encarnación Aguilar. Trasladar las peleas fratricidas al grupo del PSOE en el Ayuntamiento sería un error.

José Joaquín León