PRECISAMENTE en la Semana de la Movilidad, una bola de fuego se movió por el firmamento de Sevilla. El bólido fue captado por el ojo del hombre (y el de la mujer), por los telescopios de los observadores, no sé si por algún radar de la DGT, y por las cámaras del Cecop, atentas a lo que se mueve por arriba y por abajo. De inmediato empezaron los bulos y las interpretaciones esotéricas. El portentoso fenómeno ocurrió pocas horas después de que Albert Rivera le ofreciera la abstención de Ciudadanos y del PP a Pedro Sánchez, incluso antes de hablar con Pablo Casado. Con algunas condiciones de las que el PSOE nunca va a cumplir. Y apareció la bola de fuego en el firmamento. Yo me lo imagino si pasa en la Madrugada, a eso de las cinco.

De inmediato, el Cecop se puso en acción. Las bolas de fuego no respetan ni que Juan Carlos Cabrera está celebrando la Semana de la Movilidad. Las bolas de fuego son como patinetes eléctricos en el cielo y van a lo loco. No cumplen los límites de velocidad. Según parece, esta iba a 61.000 kilómetros por hora. Se ha salvado de perder todos los puntos porque circulan sin conductor. Se largó hacia la Sierra Norte, hacia San Nicolás del Puerto, Alanís, Guadalcanal y por ahí. Al final, parece ser que palmó a 42 kilómetros de altura sobre Zafra (Badajoz), un bonito pueblo.

En otros tiempos, este fenómeno se hubiera prestado a diversas interpretaciones mágicas. Es un aviso por lo que está pasando en el Ayuntamiento de Sevilla, donde los del PSOE ya se han peleado entre ellos mismos, como acostumbran, dirían algunos. Es una advertencia para Cabrera, por suponer que en Sevilla está todo controlado, pero lo mismo le aparece un ruido extraño subterráneo que una bola de fuego por las alturas, dirían otros.

Sin embargo, José María Madiedo, desde el Instituto de Astrofísica de Andalucía, puso los puntos sobre las íes, y le quitó toda la magia. Resultó que era un fragmento de un asteroide. Pudiera ser que proceda del llamado 2000 QW7, que es peligroso y se aproximó a la Tierra, aunque a distancia. No se sabe por qué a los asteroides les ponen nombres como de matrículas de coches, mientras que a los huracanes y las tormentas les ponen nombres como Juan, Juanma, Beltrán, Susana y otros así. En este caso han ahorrado equívocos.

Hubiera sido bonito que la bola de fuego apareciera el 5 de enero, cuando la carroza de la Estrella de la Ilusión cruza el río. Pero esta bola de fuego no ha sido poética, sino prosaica. Hay bobos diciendo que por poco colisiona con la Torre Pelli, pero pasó 80 kilómetros más arriba.

Hay que felicitar a Emergencias, que ha dejado a la bola perfectamente retratada.

José Joaquín León