SE le nota al alcalde, Juan Espadas, que está a verlas venir. Es normal, porque han anunciado elecciones generales en menos de dos meses, y no será lo mismo si gobiernan los suyos o los otros. Aunque puede que si gobierna el PSOE hasta sea peor para él, que debería exigir a Pedro Sánchez los túneles de la SE-40 ya. Espadas ha cumplido cuatro años y 100 días como alcalde de Sevilla. Se comprometió a no permanecer más de ocho años en el cargo, por lo que está jugando la segunda parte. Según Beltrán Pérez y sus enemigos políticos, todavía no ha marcado un gol y la ciudad está asquerosamente sucia. No obstante, Juan Espadas mantiene la posesión del balón. Y no esconde que el turismo es lo que más le interesa. El motor de la Sevilla del siglo XXI.

Me han resultado curiosas sus críticas a la Sevilla en sepia, que expuso en la entrevista publicada el pasado domingo en Diario de Sevilla, firmada por Manuel Barea y José Antonio Carrizosa. Según afirma el alcalde, hay “un prototipo de sevillano que ven la ciudad en sepia y la quieren seguir viendo así, porque creen que así está mejor conservada, que no se alteran sus esencias. Lo puedo comprender, pero no lo comparto”. Reconoce que los sevillanos de la sepia aman a su ciudad. Aunque insinúa que se están oponiendo a la evolución natural y colorista de los tiempos.

La crítica a los rancios y casposos, a los partidarios de la sepia a la plancha, a los que disfrutan viendo una foto de Sevilla inundada con una riada del Tamarguillo y cosas así... Esa carcundia se opondría al progreso. Para el alcalde, Sevilla tiene un color especial, y para nada en sepia, que es un blanco y negro disfrazado de más elegante. En esta paleta, se entiende que el turismo es el color del nuevo progresismo.

La crítica del alcalde se suma a la del delegado de Turismo (entre otras materias), Antonio Muñoz, que en su artículo sobre el trastorno bipolar del opinador incluía algunas afirmaciones acertadas (pues es verdad que no siempre se predica con el ejemplo, ni todos los que se quejan del turismo de chanclas se alojan en hoteles de cinco estrellas cuando viajan), pero tampoco significa que se pueda amparar un derecho de pernada para el turista. Ni que la ciudad se ponga a su entero servicio.

El Ayuntamiento también tiene contradicciones bipolares y coloristas, en asuntos como las viviendas turísticas por la cara, la crisis de la limpieza en los barrios, o la tasa a los turistas. Sin olvidar el riesgo de una burbuja hotelera a medio plazo. La ruina de Thomas Cook no influye tanto en Sevilla, aunque ya ven que hasta los gigantes se pueden dar un buen leñazo. En las grandes ciudades del mundo reciben turistas, pero no se conforman sólo con eso.

José Joaquín León