LA Plaza Nueva acoge el Encuentro de Casas Regionales durante este fin de semana. Precisamente coincide con el Día de la Hispanidad (oficialmente, el Día Nacional de España) y con las vísperas de la sentencia del proceso independentista de Cataluña, que es una casualidad añadida. Este encuentro folklórico (en el buen sentido de la palabra), gastronómico y turístico se puede considerar tradicional, al haber cumplido 11 ediciones. Es sabido que el término se debe aplicar a lo que se transmite de una generación a otra, aunque aquí se reduce incluso a lo que ocurrió el año anterior. En cualquier caso, es una cita que atrae público local y visitante a la Plaza Nueva. Allí se puede apreciar la diversidad de las tierras de España (como decían en los tiempos de Franco, ahora tan recordado), que pasa por el vino, los embutidos y los dulces, sin olvidarnos de los bailes típicos.

Esta cita se organiza bajo el lema España en Sevilla, para que no haya dudas. A la presentación acudió la concejala Adela Castaños, delegada de Igualdad, Participación y Coordinación de Distritos. Este año participan 16 casas regionales y provinciales (también hay provincias con sus casas), entre las que se encuentra Cataluña, como en anteriores ocasiones.

Ser catalán en Sevilla es casi como ser un hombre lobo en París. No debe resultar sencillo. Se supone que viven unos 2.500. A la inauguración del Casal de Catalunya, en septiembre de 2017, acudió el alcalde, Juan Espadas. Después del 1 de octubre de aquel año, cuando empezaron a deslocalizar empresas de Cataluña, hasta Espadas dijo que quizá llegarían algunas a Sevilla; no en la primera oleada, cuando tantas se fueron a Madrid o a Valencia, pero sí en la segunda o la tercera. Debieron confundir a las empresas con pasajeros de Vueling, o del AVE de Sants, y todavía están esperando.

En Sevilla, históricamente, han vivido muchos catalanes, y de un modo muy digno. Siempre fueron bien recibidos y se integraron. Existen incluso dos cofradías, Montserrat y la Hiniesta, que están vinculadas por su historia. Algunos recordarán la visita del molt honorable Jordi Pujol a ambas hermandades, en octubre de 2002. Pocos meses antes, Pujol había recibido en la Generalitat a una representación de la Hiniesta, encabezada por su hermano mayor de entonces, Adolfo Arenas.

Aquellos eran otros tiempos, por supuesto. Ahora Quim Torra no se dedica a visitar cofradías sevillanas, ni Puigdemont tampoco. La historia es como es, aunque la sigan manipulando. Ha sido (y es) una historia fraternal entre los catalanes y Sevilla, que nunca se debería perder.

José Joaquín León