LA Navidad en Sevilla siempre fue tranquila y en orden. La gente salía a las calles a ver belenes, que antaño se llamaban nacimientos. Desde que bajó la natalidad perdieron el nombre. Verdaderas multitudes acudían a ver los mappings de la plaza de San Francisco, sobre todo en los tiempos de Zoido. Pero las cosas van cambiando. Estamos perdiendo las buenas costumbres. Antes las fiestas navideñas tenían sus rituales y eran como una tregua pacífica que todo el mundo respetaba. El mensaje de Navidad del Rey y a la misa del gallo. Ahora es al revés, a la misa del gallo y al mensaje del Rey. A los discursos de los presidentes autonómicos no le prestaban atención ni sus familiares. En Andalucía, puede que algún enchufado, para pelotear. Y en esas apareció Meritxell Batet, y la Mesa del Congreso empezó a reservar fechas para la investidura de Pedro Sánchez, por si acaso.

Tantas prisas mosquean. Empezó por el 28 de diciembre, festividad de los Santos Inocentes. Pronunciar un discurso de investidura el 28 de diciembre, a mayor gloria de Frankenstein, sería algo que no recuerdan ni los más tontos del lugar. Sería para colgarle un monigote en la espalda a cada portavoz parlamentario. ¿Y quién se iba a creer sus discursos del 28 de diciembre?

Otro día incluido por Meritxell es el 30 de diciembre, con lo cual los señores diputados podrían montar un buen cotillón en el Congreso. Como era previsible que la investidura terminase al filo del día 31 se podrían comer las uvas en el hemiciclo, y disfrazarse con gorritos, algo nunca visto. O bien quedarse todos en Madrid para ir a la Puerta del Sol a celebrar el Año Nuevo. A la Puerta del Sol se fue la gente cuando proclamaron la Segunda República. A la Puerta del Sol se fueron los indignados de Pablo Iglesias para sus acampadas. A la Puerta del Sol se va Cristina Pedroche, para darnos una lección de transparencia.

Igualmente se ha hablado del 5 y el 6 de enero. Sería ideal para que los Reyes Magos les dejen carbón a todos. Desde Pedro Sánchez, que tiene unas prisas locas por ser presidente, al abogado del Estado, que no es la voz de su amo, pero por Oriol Junqueras y sus circunstancias está haciendo encaje de bolillos. País, más país…

El rey Felipe VI fue a lo suyo: el mensaje de Navidad, que en algunas plurinacionalidades ni siquiera lo retransmiten. Ha recordado que la Constitución marca la línea roja del entendimiento. Ha recordado que Cataluña es un problema, pero no explicó la solución. También pudo decir que una parte de ese problema se llama Pedro Sánchez, pero no lo dijo. Es un Rey bien educado, como el abogado del Estado.

José Joaquín León