ES pintoresco que en Sevilla (y en Andalucía, en general), se miden los escándalos con doble vara, según quien los protagoniza. ¿Qué dirían si un alto cargo del PP o de Ciudadanos se hubiera construido una ducha de hidromasaje en su despacho y la hubiera ocultado detrás de una estantería? Es cierto que ocurrió en 2006, y que entonces ya hubo cierta polémica, prontamente tapada por los amigos y colegas. Sin embargo, ahora, cuando se ha descubierto la realidad del asunto y sus circunstancias, adquiere unas proporciones de vodevil. Pues se puede entender que exista una ducha en una institución pública, porque el alto cargo es limpito. Pero que la esconda detrás de una estantería, ya es como cuando el marido sorprende al amante dentro del armario. Suena a cosita rara, la verdad.

El cuarto secreto, con la ducha de hidromasaje, evoca a una habitación de hotelito simpático. En todo caso, no es completamente compatible con la seriedad que se le presupone a un despacho oficial. Se sabe que fue construido a petición del entonces secretario general de Calidad y Modernización de la Consejería de Sanidad, José Luis Rocha Castilla. Calidad tenía y modernización también, pues otros despachos resultaban más antiguos, y no encerraban esas sorpresas detrás de las estanterías. El hecho fue conocido por una denuncia de los sindicatos en 2006, pero en la Consejería echaron el balón fuera.

¿Recuerdan quién era en 2006 la consejera de Sanidad y Consumo? Pues sí, era ella, María Jesús Montero, que ocupaba el cargo de consejera desde 2004, cuando la nombró Manuel Chaves. Por aquellos años se había montado también el sarao de los ERE, pero la señora Montero no se enteraba de nada, ni de los casos de fraude, ni de las duchas de hidromasaje detrás de las estanterías. Y así llegó a consejera de Hacienda, y después, diciendo lo contrario de lo que decía, ha llegado a ministra de Hacienda. Al decir lo contrario de lo que dijo en la financiación autonómica, le ha tocado el premio de ser la nueva portavoz del Gobierno de Pedro Sánchez, que es el catedrático en decir lo contrario de lo que decía; y lo mismo le da lo uno que lo otro, con tal de ganar las votaciones.

En la Sevilla de la Junta sucedían maravillas, porque cada cual iba a su aire, como se está viendo con el tiempo. Dicen que es psicótico el afán de Elías Bendodo por destapar las alfombras, siempre dispuesto a ver si encuentra al amante, al marido o a la esposa que se esconde en el armario. O buscando cajas fuertes. Pero es evidente que el régimen de antes se creía feudal, y se convirtió en una oligarquía a su modo.

José Joaquín Leòn