EN estos días se habla y escribe mucho del ninguneo a Andalucía. Las concesiones que el PSOE de Pedro Sánchez y Unidas Podemos de Pablo Iglesias van a hacer a los independentistas de Cataluña y el País Vasco pueden romper el modelo del Estado de las autonomías. Puestos a cargarse el sistema territorial, consagrado por la Constitución, incluso están alentando reinitos de taifas, como la intentona de León por constituir otra comunidad. En las decisiones de Pedro Sánchez influye mucho Miquel Iceta, que está deseando montar otro tripartito en Cataluña con el PSC, los podemitas de Ada Colau y la ERC de Junqueras. Aprovechando la debilidad (y los acuerdos de Sánchez con el PNV y Bildu), en el País Vasco ya están hablando de mejorar su estatus. En la práctica, eso supondría cargarse el modelo territorial andaluz del 28-F.

En aquel tiempo, a principios de los 80, el andalucismo estaba representado por el PSA de Alejandro Rojas-Marcos, Luis Uruñuela, Miguel Ángel Arredonda y Pedro Pacheco, que aún no se había disgregado. El PSOE tuvo la intuición de que esa bandera la podían enarbolar ellos, para lo cual Rafael Escuredo organizó una huelga de hambre y fue más autonomista que nadie. Tras el 28-F, el PSOE salió fortalecido y la UCD debilitada en Andalucía, la comunidad más importante de España en lo cuantitativo. El PSOE la convirtió en su granero de votos. Aunque el PP se lo disputó en algunas elecciones generales. Hasta 2018, el PSOE siguió triunfal en la Junta y creó lo que se ha denominado un régimen.

Ahora ese régimen ha desaparecido. Y, por añadidura, Susana Díaz se significó como la principal opositora a Sánchez. El líder socialista ganó la reconquista de Ferraz, pero no se orienta bien de Despeñaperros para abajo, quizá porque sus fieles son de corto alcance. Así las cosas, al PSOE ahora le interesa mucho más Cataluña que Andalucía, tras 40 años en los que no podía arriesgarse a perder su gran feudo. El momento es mucho más peligroso.

Se da la circunstancia añadida de que el andalucismo se extinguió. Quedan supervivientes nominales en Adelante Andalucía, donde Teresa Rodríguez juega a no se sabe qué, pero al final hacen lo que les ordenan Pablo Iglesias y Alberto Garzón. Si se tienen que comer la discriminación con Cataluña se la van a tragar, como se verá. Y en la Junta de Andalucía está por ver que el PP crea de verdad en la autonomía, que Ciudadanos abandone su origen centralista, y que Vox se olvide de su furor unificador, modelo Santiago y cierra España.

En Andalucía hace falta un nuevo andalucismo, pero no lo hay ni se espera.

José Joaquín León