LA exposición se titula: Gran Poder: Mesa te esculpió, Sevilla te hizo. 400 años de devoción. Ahí está resumido todo. El Señor es una imagen tallada por Juan de Mesa, pero lo hace Sevilla y lo mantiene vivo con cuatro siglos de amor y devoción. Sólo en Sevilla se puede organizar una exposición como esta, en la que los sentimientos están a flor de piel y se palpa la presencia del Señor, que paradójicamente se expresa en ausencia de la imagen que nutre esa fuente de devoción. Esta va a ser la gran exposición de pre Cuaresma y los primeros días de Cuaresma de este año 2020, en el que se conmemoran los cuatro siglos del Señor de Sevilla. La clausura tendrá lugar el domingo 8 de marzo. Hasta entonces aprovechen: es la oportunidad de presenciar algo irrepetible para nuestras generaciones.

En este Diario ha explicado Juan Parejo los contenidos de la exposición. No hubiera sido posible sin los conocimientos, la inspiración y la devoción al Señor que profesa su comisario, Carlos Colón. En el siglo XXI nadie ha escrito como Colón sobre el Gran Poder de Dios. En sus columnas de este Diario y en sus libros se puede apreciar. Y también en esta exposición, que llena casi todo el edificio de la Fundación Cajasol. Allí queda constancia de que ese milagro sólo es posible porque el Señor va abriendo los caminos, como me comentaba Antonio Ríos, otro hombre esencial para propagar la devoción en nuestros días. Los hermanos mayores del Gran Poder (hasta llegar al actual, Félix Ríos, con el que la hermandad vive tiempos de plenitud), han contribuido a avanzar por esos caminos, que sólo es posible recorrer con su zancada y bajo el peso de su cruz.

La Hermandad, la Iglesia y la devoción popular. Ese sería el trípode sobre el que se eleva el Señor de Sevilla. En la exposición todo eso está muy presente. Lo que más llamará la atención será el paso, con los antiguos candelabros, y el altar de cultos reconstruido en el patio. O también las túnicas, rematadas por la que han estrenado para el IV Centenario, en una sala donde aparecen los nombres de sus más de 4.200 donantes. Con las limosnas y con el sacrificio, con esa simpleza popular que llevó al Gran Poder a los retablos de cerámica de tantas casas, a las latas de dulces de membrillo, a las medallitas, o a las estampas desgastadas por tantos besos.

En esta exposición se puede pensar que sólo falta la imagen del Señor. Pero su Gran Poder no se expone, sino que se vive. El Señor está presente. Buscadlo en el oropel de la belleza, y encontradlo en las dudas de los barrios pobres, a los que irá en otoño, porque es donde más le necesitan.

José Joaquín León