LA película Parásitos, de Corea del Sur, ha sido la histórica triunfadora de los premios Oscar. Ha ganado el doblete de las películas (por primera vez hasta ahora), también al mejor guión, y además Bong Joon Ho ha sido distinguido como el mejor director. Parásitos ya había ganado la Palma de Oro en Cannes, pero este enorme éxito en los Oscar parece sorprendente. Sin embargo, no lo es tanto. Incluye varias películas en una. A través de una historia que tiene de todo, nos muestra uno de los problemas esenciales de la humanidad: las diferencias entre ricos y pobres. Centradas en Corea del Sur y en nuestros días. Pero con unos escenarios que podrían haber rodado en el Polígono Sur o Los Pajaritos y en un chalé de lujo del Aljarafe o en un cortijo.

He leído que Parásitos es un thriller, lo que parece una simpleza. Se puede ver así, como una comedia negra que gira a drama, como una denuncia social, como una visión de la falta de principios morales, como el eterno combate entre el bien y el mal, como una revisión actual de la lucha de clases, etcétera. Impacta desde el primer momento, cuando los jóvenes pobres, que se van a convertir en parásitos, están pirateando el wifi en su vivienda de los suburbios para hablar por Whatsapp. Son muchachos desperdiciados, con valía para triunfar. El padre ha fracasado en pequeños negocios y varios empleos, y la madre no encuentra nada, pero después se ve que en otras circunstancias podrían trabajar y vivir en condiciones mejores.

Hay muchos matices, desde la relatividad de que todo (lo bueno y lo malo) se puede romper en cualquier momento, por el azar, o por una tormenta. Esas relaciones entre ricos y pobres se basan en un clasismo derivado de los prejuicios. Pero sobre todo resalta que las diferencias sociales no son como las pintan los tópicos. Y ese es uno de los motivos del éxito de esta película. Hay pobres con Whatsapp, que malviven por falta de oportunidades, o porque las familias se han empobrecido y no encuentran salidas. La picaresca parece que será su solución, pero el montaje falso que han urdido se tuerce, con un final trágico, y es funesto para todos.

En Sevilla también hay familias ricas y pobres como las de Parásitos. Aunque sea una película surcoreana y muy asiática (esos barrios de hutongs o casas como chabolas aún existen en Pekín o en Saigón, en Hong Kong o en Macao) es un símbolo de las ciudades de nuestros días, con sus diferencias radicales. También de Sevilla. Mientras no entendamos la realidad de los pobres con wifi y zapatillas de marca (quizá falsas) será difícil remediarlo.

José Joaquín León