TANTO ha gustado el Año Murillo que ahora en un año caben tres o cuatro. Se suponía que este sería el Año Magallanes, como han denominado a la conmemoración del 500 aniversario de la primera circunnavegación, a pesar de que no duró un año, sino que salieron de Sevilla el 10 de agosto de 1519 y regresaron 18 marineros al mando de Elcano el 8 de septiembre de 1522. Así que lo del año es por ponerle un nombre. Ahora hemos llegado al Año Bécquer, que es otra impropiedad, ya que van a celebrar el Año de los Bécquer, el poeta Gustavo Adolfo y el pintor Valeriano, cuyos apellidos oficiales eran Domínguez Bastida. Los Bécquer vienen del nombre artístico que adoptó el padre, el también pintor José Domínguez Bécquer, herencia de unos antepasados ricos de origen flamenco que llegaron a Sevilla en el XVI, como tantos. Los dos hermanos del Año Bécquer murieron con tres meses de diferencia (Valeriano en septiembre y Gustavo Adolfo en diciembre, ambos en Madrid), pero sus méritos artísticos no están al mismo nivel.

En la presentación de los actos se fueron a la Glorieta de Bécquer en el Parque de María Luisa, ante el monumento que le hizo Coullaut Valera a Gustavo Adolfo, un lugar al que suelen acudir los enamorados y los vándalos, si bien con intereses distintos. Un monumento gestado gracias a los hermanos Álvarez Quintero, que tanto repelen a la progresía. Allí, el alcalde, Juan Espadas, dijo que será una conmemoración modesta. Es decir, que no van a tirar la casa por la ventana, ni aunque sea la casa del balcón en que colgaban sus nidos las golondrinas referidas por Gustavo Adolfo.

No obstante, hay que darle a esta celebración la importancia que merece. Insisto en que la pintura de Valeriano Bécquer (sin subestimarla, pues tiene obras en el Museo del Prado) no da para montar exposiciones con unas colas como las de Murillo. Valeriano tuvo relevancia y fue considerado un sevillano ilustre con derecho a panteón. Pero no alcanza el nivel que encumbró a Gustavo Adolfo en la historia de la poesía española. A los poetas no hay que organizarles exposiciones, sino leerlos.

Gustavo Adolfo es el padre espiritual de los poetas del barrio de San Lorenzo, que son sus hijos literarios. Rafael Montesinos fue su biógrafo y principal exégeta. Las golondrinas de Bécquer y los vencejos de la plaza de San Lorenzo son aves literarias de la mejor sevillanía, y aún revolotean por los cielos que perdimos en los tiempos de Joaquín Romero Murube. Como dijo el alcalde, el Año Bécquer será muy romántico. O sea, un año rarísimo, pasado de moda, como de otros tiempos. Y sin turistas.

José Joaquín León