EN diciembre de 1983, me encontré por primera vez con el impresionante Cristo de la Agonía, que talló Juan de Mesa para Vergara (Guipúzcoa). Estaba en el Pabellón Mudéjar de la plaza de América, formando parte de la exposición Sevilla en el siglo XVII. Había regresado por vez primera a la ciudad donde fue tallado en 1622, aunque a la parroquia de San Pedro, de Vergara, llegó en 1626. Cuando lo vi en Sevilla, pensé que era una ocasión irrepetible. No imaginaba que lo podría ver, 34 años después, en la iglesia conventual del Santo Ángel. Y menos aún que estaría acompañado por el Cristo de los Desamparados, de Martínez Montañés, que se venera en dicho templo. Y, además, por el Cristo del Seminario Mayor de Granada, obra de Pablo de Rojas.

En algunos libros de arte se menciona el Cristo de la Agonía, de Vergara, como “el mejor crucificado de Juan de Mesa”. Otros especialistas han afirmado lo mismo del Cristo de la Buena Muerte, al que da culto la Hermandad de los Estudiantes, de Sevilla, que fue tallado en 1620 para la Casa Profesa de los jesuitas. Entrar en esa discusión carece de lógica, por varios motivos. Empezando porque uno es un Cristo muerto y otro está agonizante. Y siguiendo porque Mesa aún se acuerda de Montañés en el Cristo muerto que le encargaron los jesuitas de Sevilla, mientras que cuando talla el de Vergara ya había terminado el Gran Poder y avanza hacia lo barroco.

Es impactante la lección de Arte que podemos ver desde el viernes en el Santo Ángel. El Cristo de la Agonía ha sido limpiado en el IAPH, pero todavía no han restaurado su policromía. Su tonalidad morena contrasta con el Cristo de de los Desamparados. Este es otro crucificado extraordinario, con el que Montañés sigue el canon sereno de la Clemencia, que había tallado en 1602. Y todo había partido desde modelos como el de Pablo de Rojas, en cuyo taller de Granada trabajó Montañés. Sin embargo, lo que hay en ese Cristo de Rojas es un manierismo italiano que se adopta en granadino. Un modelo que conoció Montañés, al que también se acercó Mesa, y que desembocará en el barroco de Sevilla.

Esta muestra que ha organizado el carmelita descalzo Juan Dobado, con motivo del cuarto centenario del Cristo de los Desamparados, permite una reflexión visual sobre Montañés y Mesa. Los dos juanes también forman parte de las dualidades de Sevilla. En este caso, es de la mejor Sevilla. ¿Maestro y discípulo? Genio y genio.

José Joaquín León